Cada vez que surge alguna dificultad y la economía global se desacelera, saltan los críticos que anuncian el comienzo de una crisis final del capitalismo y en el Perú piden cambio de modelo, porque según dicen no podemos seguir dependiendo de la exportación de minerales, mucho menos ahora que se acabó el superciclo de precios altos de los commodities, y debemos diversificarnos y desarrollar industrias descentralizadas.
Estas son propuestas ligeras, que no se pueden implementar porque no tenemos cómo o no sabemos cómo. En varias ocasiones, a lo largo del siglo pasado, se intentaron experimentos similares para terminar con la dependencia de nuestra economía de la suerte de los minerales, experimentos que una y otra vez terminaron frustrados, sin alcanzar los resultados deseados.
En cambio, la experiencia de exitosos países exportadores de materias primas, como Noruega, Australia y Canadá, revela que es posible lograr un desarrollo integral y sostenible a partir de la acumulación de la riqueza que genera la exportación de commodities. Estos son países (ahora ricos) que lograron aplicar eficazmente los ingresos tributarios generados por sus materias primas a mejorar y universalizar la educación, atender las necesidades de salud de su población, y al desarrollo de infraestructura para equipar y conectar a sus países, al mismo tiempo que desarrollaban su mercado interno, sentando las bases para el surgimiento de industrias modernas y competitivas, sin descuidar sus actividades extractivas.
En las regiones mineras del Perú, los ambientalistas antimineros plantean desterrar las minas y desarrollar principalmente pequeña agricultura, pequeña ganadería, artesanías, y como coronación del esfuerzo algo de productos elaborados a partir de las producciones nativas.
El problema es que las actividades que se presentan como alternativas a la gran minería son de pequeña escala, nada sofisticadas, propias de una economía de subsistencia, y además, por ser rudimentarias, no generan ingresos tributarios; al contrario, usualmente terminan requiriendo subsidios del Estado. Por ejemplo, el valor de la producción de quesos en las regiones mineras alcanzaría una infinitesimal parte del valor de los minerales que se podrían extraer y exportar o transformar dentro del país.
Al desarrollar la gran minería se recaudan los impuestos que permiten generar recursos de canon que regresan a las zonas mineras y debieran servir para equiparlas con caminos vecinales, telefonía móvil, energía, agua y saneamiento, así como reservorios para el manejo tecnificado del agua. Los recursos del canon están allí, que no se logre gastarlos es responsabilidad de los gobiernos regionales, provinciales y locales respectivos.
Los antimineros proponen establecer políticas de desarrollo territorial asignando a dedo las actividades que se pueden emprender en las regiones. Validan sus propuestas en consultas populares, que como se ha podido apreciar donde han habido conflictos minero-ambientales, se apoyan en la desinformación, algunos mitos y harta violencia.
No hay que ser avispado para darse cuenta de que esta política de desarrollo territorial le servirá al ambientalismo antiminero para descartar la minería, alegando daños potenciales a la pequeña agricultura o la pequeña ganadería de subsistencia. Esto de señalar a dedo dónde se puede desarrollar minería y dónde no, resulta desconcertante, pues parece olvidar que la minería se desarrolla donde están los minerales, no donde no ponga en supuesto riesgo otras actividades de pequeña escala.
Lo cierto es que no tiene por qué haber una disyuntiva entre la minería y la agricultura; esa falsa dicotomía en última instancia es una excusa para tratar de impedir los proyectos mineros. Por ejemplo, el establecimiento de una ambiciosa política de reservorios de agua de lluvias que asegure la provisión y el manejo de agua para los pobladores y para la agricultura y la crianza en las alturas, en áreas con potencial minero y sus zonas de influencia, podría ser una buena herramienta para evitar conflictos futuros. Esto podría apuntalarse bajo la modalidad de obras por impuestos.
“Esto de señalar a dedo dónde se puede desarrollar minería y dónde no, resulta desconcertante”.