El martes último el decano del Colegio Médico del Perú (CMP), Miguel Palacios, ha señalado que el elevado número de casos de COVID-19 en Arequipa significa el inicio de la tercera ola de contagios, tras la primera vivida desde inicios del 2020 y la segunda y más mortífera que empezó hacia fines del mismo año. Sin embargo, el ministro de Salud, Óscar Ugarte, ha dicho ayer que no es así, pues en este momento el problema solo se viene presentando en la mencionada región y no en el resto del país.
Sea lo que sea, queda claro que el gobierno de salida y el que tome las riendas de país desde el 28 de julio, deben de tener en el mapa la posibilidad de que se nos venga una tercera ola pese a los grandes o loables esfuerzos que se vienen haciendo para acelerar el proceso de vacunación. Chile es un ejemplo de que pese a la agresiva inmunización, nadie está libre de ver incrementados los contagios que pueden llevar a la muerte a miles de personas.
Meses atrás el país bajó la guardia, tanto el gobierno como los propios ciudadanos. Lo vimos en marchas callejeras -como las que se realizan ahora- y en las fiestas de fin de año. Más tarde pagamos los platos rotos. Pese a la dura experiencia de la primera ola, para la segunda nuevamente no hubo oxígeno ni camas UCI. Tampoco vacunas, salvo para Martín Vizcarra y compañía. El resultado fue alcanzar la dolorosa e indignante cifra de 180 mil muertos desde marzo del 2020 hasta la fecha.
Mientras en estos días seguimos teniendo muertos en todas las regiones del país y en Arequipa la cosa es crítica, en el Congreso hay un grupo de alucinados que se han empeñado en establecer si el dióxido de cloro sirve no para curar el coronavirus. En el mundo entero esto ha sido largamente descartado, pero en el Perú insisten. ¿Qué viene después?, ¿analizar si el cañazo o las gárgaras con cebolla pueden salvar a la humanidad de una eventual tercera ola?
La única posibilidad de no volver a tropezar con la misma piedra y tener más muertos que lamentar, es que el Estado –incluyendo al Congreso– y los ciudadanos actuemos con responsabilidad. Mucha atención con las marchas que podrían darse ante la coyuntura de indefinición electoral. No olvidemos que estamos entre los peores países del mundo en manejo de la pandemia y que las continuas variantes del virus nos pueden generar efectos aún más letales.