La realidad que vemos en otros sistemas políticos nos permite apreciar “los árboles fuera del bosque” y conocer las fortalezas como deficiencias de cualquier modelo en concreto. En el caso español es una realidad la crisis producida tras el fin del bipartidismo (2015), que durante casi tres décadas permitió la alternancia de dos fuerzas políticas en las Cortes Generales. A pesar de ello, como observador extranjero, también es palpable la aparición de jóvenes figuras en todas las tiendas políticas, así como la dificultad del presidente de cada partido para saber cómo liderarlas.
Nos detenemos en la figura del líder del Partido Popular (Pablo Casado) que tiene en sus filas a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía (ambos reelectos), y Cayetana Álvarez de Toledo, diputada por Barcelona.
Tres jóvenes brillantes bajo un mismo partido cuyo líder debe saber comprender y guiar, pues, afirmar durante una Convención Nacional en Andalucía que su partido es una orquesta y no un “talent show”, con la mejor intención que hayan podido tener esas palabras, más le hubiese sumado decir que la agrupación que lidera tiene gente preparada, lista para gobernar y que las discrepancias, diálogos y acuerdos forman parte de su democracia interna.
Como vemos, los problemas entre políticos afines ideológicamente pueden parecerse a los que se suscitan dentro del vestuario del mejor equipo de fútbol; por eso, es deber del entrenador (presidente del partido) sacar y aprovechar lo mejor de ellos en la cancha de juego (arena política).
En el otro extremo se encuentra el Perú, pues, la no reelección inmediata de congresistas frena la formación de jóvenes promesas que, en vez de convertirse en nuestra nueva clase política, culminaran su labor como personas con cinco años de experiencia parlamentaria.