En teoría, el desastre de corrupción y politiquería barata que dejó a su paso la gestión del prófugo Vladimir Cerrón en el Gobierno Regional de Junín ya quedó en el pasado con el triste saldo que todos conocemos. Sin embargo, todo hace indicar que este delincuente ha dejado un “delfín” en el cargo llamado Zózimo Cárdenas, que ahora sueña con llevar a su tierra al dictador venezolano Nicolás Maduro, nada menos que para la celebración del segundo centenario de la Batalla de Junín, en agosto de este año.
Cárdenas debería merecer el repudio de todos los habitantes de Junín y los peruanos en general, por tener la “genial” idea de contar con la indeseable presencia de un criminal y ladrón como Maduro, quien por estos días ha dicho que se quedará en el poder “por las buenas o por las malas”, ante la proximidad de las elecciones en las que aspira a postular solo, pues acaba de sacar de carrera a la única postulante que lo puede sacar del poder y enviarlo a la cárcel de por vida: María Cristina Machado.
Alguien debería decirle al gobernador Cárdenas que su eventual “invitado” es un delincuente internacional y que si el Perú tiene hoy relaciones diplomáticas plenas con Caracas luego de muchos años, es por obra y gracia de Pedro Castillo, quien siguiendo el ejemplo de su amigo venezolano, pretendió quedarse en el poder por la fuerza de un golpe de Estado y por tiempo indefinido. Debería darle vergüenza el solo hecho que se la haya ocurrido semejante mamarracho.
La Batalla de Junín fue una gesta que contribuyó a la causa de la independencia de un continente, que se selló cuatro meses después en Ayacucho. Sería bueno que el gobernador Cárdenas nos diga a los peruanos qué haría un sujeto como Maduro en una festividad relacionada a la libertad, un término que no existe bajo la tiranía chavista que ha eliminado la separación de poderes propia de una democracia, se mete a la cárcel a los críticos, se incautan medios de comunicación y se agrede y persigue a periodistas por opinar.
Si el gobernador Cárdenas quiere tomarse una foto con Maduro, que pida permiso al consejo regional, que pague su pasaje y se vaya a Caracas a hacer realidad su sueño, pero luego no venga a hablar acá de democracia, de libertad y de honestidad en el manejo de recursos públicos, pues su “ídolo” es un ejemplo de todo lo contrario. Sin duda, los peruanos seguimos sin saber elegir buenas autoridades. El gobernador de Junín es el “mejor” ejemplo de eso. Lástima que faltan tres años para que se vaya a su casa.