El comportamiento de Patricia Chirinos, la congresista navajera que representa lo más rancio de nuestra clase política, merece un escueto estudio sobre los límites en un debate político; al igual que el accionar de la presidenta del Legislativo, María del Carmen Alva, quien muestra serias deficiencias para dirigir un poder del Estado.
En ambos casos, sobre la interpelación de Betssy Chávez, ministra de Trabajo, se demuestra el uso y abuso del poder que les transfiere la nación a los parlamentarios. Tanto Chirinos como Alva creen que el participar de un foro político les da libertades para el insulto. Porque la primera destella la carencia de su nivel político y la segunda es permisible cuando se trata de zarandear a un oponente.
Chirinos y Alva son aquellos ejemplos de lo que no se debe hacer en política. Mientras varios grupos de mujeres luchan por la igualdad de participación en las elecciones para cargos públicos, exigiendo cuotas de género que les permita una mayor asistencia en las listas de candidatos, las legisladoras en cuestión tienen un comportamiento deplorable. ¿Ambas eran lo mejor de sus agrupaciones política?
Chirinos cree que camuflar los insultos con el juego del doble sentido la hace inteligente, y Alva considera que la política aguanta todo. Lo cierto es que, al dejar pasar por alto estas bajezas, solo queda preguntarse para qué existe una Comisión de Ética, decorativa sin carácter, si el Parlamento es una chacra. Solo falta que mañana uno de Los Destructores pida su curul.