El Perú parece estar encadenado a una pesada rueda cuyo incansable movimiento giratorio nos condena a experimentar una extensa y repetitiva enumeración de vicios nacionales, que operan como el fundamento de nuestras desgracias. La ausencia de personalidades políticas encumbradas, la falta de previsión ante catástrofes naturales unida a la impasibilidad de las autoridades de turno, la marcada diferenciación entre estratos sociales, la seducción del dinero y su estrecha vinculación con la corrupción de funcionarios, el elogio de la desvergüenza y la amputación del deseo de saber en la juventud, son algunos de los vicios aparentemente inextirpables que conducen al estancamiento del Perú.
El fundamento de nuestra tragedia no ha variado, ¡los vicios que impiden el florecimiento definitivo del Perú, siguen arrastrándonos miserablemente! Las problemáticas sociales, culturales y políticas, retornan cada cierto tiempo, se vuelven a manifestar, como si estuviéramos determinados a repetir incansablemente los mismos hechos. “La vida que tienes ahora, tal y como la has vivido, has de repetirla innumerables veces más; todo sucederá de nuevo, cada idea, cualquier cosa pequeña o grande de la vida, con su misma disposición y orden. Se da vuelta eternamente el reloj de la existencia y tú con él, ¡como grano de arena!”.
Pensamiento de Nietzsche que figura en el párrafo 341 de La gaya ciencia, que, aunque -según interpreto al filósofo-, el mensaje va dirigido al individuo, podemos asociarlo a la problemática peruana. Entonces, a la luz del “eterno retorno nietzscheano”, ¿el Perú está sentenciado a llevar una existencia colectiva eternamente idéntica, esto es, con las mismas problemáticas sin poder resolverlas?