Cuenta Fernando Barranzuela Zevallos que el nombre de su pueblo, Yapatera, surgió del “yapato” una variedad de arcilla que los viejos pobladores empleaban para embarrar sus casas impermeabilizándolas y refrescándolas. Barranzuela, autor de la “Historia de Yapatera”, da cuenta también, que en Yapatera, nació Gustavo Mohme Llona traído al mundo por la partera negra doña Carmen Gómez. El haber nacido en esta tierra le dio una especial sensibilidad por las causas justas. Los yapaterinos, advierten, son izquierdistas no porque les deleiten los malabares ideológicos y políticos sino porque, según observan, el lado izquierdo es el del corazón. Morropón, aparece en la vida pública de Piura gracias al obispo Martínez Compañón en 1783. En los registros eclesiásticos de bautizados aparecen en el último tercio del siglo XVIII los pobladores de la hacienda Yapatera. Cuando Chulucanas aún no existía Yapatera tenía una pujante actividad económica por las grandes extensiones de caña de azúcar que en su territorio se cultivaban. Fue por decreto Dictatorial del 18 de agosto de 1866 que se elevó de categoría ? de reducciones a pueblos- a Morropón, Yapatera, Tambogrande, Suyo y Salitral. Cuando Yapatera era Partido, distrito y capital, Chulucanas era en los mapas un caserío perdido entre las dunas y jagueyes (ojos de agua) de las haciendas del Alto Piura. Al crearse en 1936 la provincia de Morropón con su capital Chulucanas. Yapatera languideció a consecuencia de los vaivenes políticos. Hoy es un centro poblado menor. Esta semana que pasó, la Embajada de los Estados Unidos en el Perú, en el marco del proyecto “Yapatera Corazón” entregó un parque que beneficiará a unos dos mil niños de Yapatera, considerado una de las comunidades afroperuanas más representativas del Perú. Por factores genéticos, en la comunidad de Yapatera, hay un alto índice de afecciones al corazón y cuenta con el mayor número de hipertensos en la región por lo que resulta saludable promover la práctica de deporte y nutrición sana. La agregada cultural de la embajada estadounidense, Della Hareland, señaló, que esta iniciativa busca crear conciencia y hábitos en los niños, incidiendo en el beneficio de los ejercicios para su salud pues mantienen activo al cuerpo. De esta manera se previenen enfermedades que a futuro se puedan presentar. El parque ocupa un área de 625 metros cuadrados y consta de juegos recreativos y áreas verdes. La gratitud de los pobladores es enorme y no se ha hecho esperar. Muchos de los vecinos en sus casas han recortado de las páginas de los diarios la imagen del Presidente Barack Obama y la han colocado junto al colorido afiche de Alianza Lima, las efigies del señor de los Milagros y de Martín de Porres. Los tiempos han cambiado. En Piura, los negros esclavos estaban destinados al trabajo duro en las haciendas. Negras y negritos hacían el trabajo doméstico. La mercancía de ébano ingresaba por Paita procedente de Portobelo (Panamá). Ahí se palmeaba (medía) y colocaba sobre un lugar visible del cuerpo, generalmente en el pecho, una marca a fuego, denominada carimba, con el sello de la corona. El mal trato provocó memorables deserciones de los negros cimarrones. Negro esclavo recapturado era mutilado o castrado salvajemente. En plena colonia, Ciriaco de Urtecho, un próspero minero español de Hualgayoc, se enamoró perdidamente de Dionisia una esclava negra con la que finalmente se desposó después de un largo litigio. Sin embargo, no le estaba permitido usar zarcillos ni vestirse como las señoras de su época. Estos privilegios sólo estaban reservados para los blancos. Por aquel entonces, por el principio de eficiencia productiva se decía “que un negro vale por cuatro indios”. Recorrer Yapatera al mediodía, cuando el sol reverbera calcinante, despierta la sed que sólo se aplaca con un potito de chicha servido por una hermosa zambita de mirada arrobadora. Aún se conserva la vieja campana de siete arrobas de la hacienda y el cepo con el que se escarmentaba a los negros desobedientes. Eso es historia y nostalgia desgarrada. Si hay algo que los enorgullece es su limón aromático y su mango criollo, pura miel, sabroso e incomparable. Su población agrícola se dedica hoy al cultivo de arroz el que descascaran utilizando pila, mortero y batán. Los fines de semana los dedican a sus viejas aficiones, los gallos, las tejas y el fútbol. El clásico lo juegan siempre Deportivo Caysa de Yapatera con el San José de Paccha. Una selección de negros cutos contra una de cholos pelo duro. El mestizaje más variopinto y curioso se registra en Yapatera en donde, a pesar de los pesares, los pobladores se esfuerzan por ser felices. Todos preservan con cariño su amistad y no se detienen en perjuicios raciales. Más importante es el progreso de su pueblo. Los churres de Yapatera cantan de memoria cumananas (coplas) del magín calenturiento de Fernando Barranzuela y de otros bardos populares como José Farfán, Sebastián Jiménez, Severo Arismendiz y Javier de la Rosa. Una de ellas dice: “Me puse a lavar un negro/ para ver si se desteñia / cuando más lo jabonaba/ más negro se ponía”. O estas otras muy sabrosas: “Buenos días pajarito/ Yo vengo a hablarte de amor. / Yo soy tu negro bonito/ Escúchame por favor.” “Negrita tiene que ser / la tierra para los claveles. / Y la mujer para el hombre / negrita y con desdenes”. “A mi me llaman negrero, / porque quiera una negrita, / a quien no le va a gustar/ el café de mañanita”. Yapatera es un pueblo que canta y sonríe. En los poyos de las casas, en las tardes, es posible observar a familias enteras en plena conversa. La mayor parte de los pobladores son descendientes de migrantes africanos que fueron traídos para el trabajo en los ingenios azucareros durante la colonia. Estos días Yapatera está en plena festividad de San Sebastián a quien le piden cure sus males y agua de lluvia. Yapatera está a 50 kilómetros de Piura. Ahí el tiempo se ha detenido. Y con justicia los pobladores reclaman porque a las nubes encapotadas de lluvia les llaman “nubes negras” y cuando alguien se apropia de los bienes de otro y del propio Estado se empecinen en sostener que “fue una mano negra”. O al que trabaja como debe ser, le digan “trabajas como negro”. Yapatera, es historia viva. Un pueblo que tiene un enorme corazón.