Caraz. Cuentan los propios caracinos que un día se cansaron de aguantar más de 20 años de humillación y afloró en ellos ese espíritu guerrero de sus ancestros, los huaylas para defender uno de los lugares más bellos de la Cordillera Blanca: la laguna de Parón, aquel sorprendente espejo de agua turquesa que durante dos décadas había sido desaguado por el Estado y la empresa privada para generar energía eléctrica. De sus 76 metros de profundidad repleta con el preciado recurso hídrico se habían secado ya unos 50 metros. Esa formación natural fue reducida literalmente a un charco de agua. Una afrenta a la dignidad y al orgullo de los descendientes de aquellos antiguos pobladores que ni siquiera se dejaron dominar por las tropas del inca Pachacutec y menos por los saqueadores de Francisco Pizarro. Furia andina. “La laguna estaba sequísima y era un insulto que se encuentre así. Por eso el 29 de julio de 2008 tomamos el control y hoy recordamos un año de esa lucha. Todos salimos a protestar; hijos, padres y abuelos. Yo he derramado lágrimas de rabia por todo lo que se estaba haciendo”, recuerda doña Enriqueta Santos Guerrero. Centenares de campesinos de comunidades como Cruz de Mayo o La Campiña y sus respectivos apus han regresado al lugar para darle gracias al Dios Sol, a la Tierra y al Agua por haberles permitido recuperar algo que jamás debieron perder. Esta fiesta que ahora se ha convertido en un tradicional ritual se ha celebrado con abundante chicha y con la Danza de Plumas de Parón. Turistas nacionales y extranjeros de diferentes partes del país y del mundo también se han hecho presente. Un macho de altura Según los antiguos caracinos el nombre “Parón” tendría su origen en el vocablo “varón” en alusión a su grandeza con el género masculino y porque era el macho de todas las lagunas de la cordillera. Ante la dificultad de la gente para pronunciar la palabra “varón” se le dio la denominación que tiene en la actualidad. Está ubicada a 4.185 metros sobre el nivel del mar y se necesitan casi dos horas de viaje para cubrir los 32 kilómetros de distancia desde el centro de Caraz. Nace de la formación de la desglaciación de nevados como el Huandoy, Artesonraju, Paria, Chacraraju, Nevado Aguja, etc. “Parón” es como el hijo menor que siempre está abrazado por todos esos picos, es la principal fuente de agua de los hombres del campo para el riego de sus cultivos. Estar en ese lugar es casi un privilegio, una experiencia incomparable. El cielo azul y la presencia de animales como vizcachas y venados forman un cuadro hermoso, envidiable. Pero lo que más abunda es el chocho y una flor morada que la hace única en su especie. La zona también es propicia para el canotaje. Solo hay que aprender a respirar en la altura. Es cuestión de aclimatarse. Esfinge peruana Un atractivo adicional que se puede visualizar desde la carretera que lleva a “Parón” es la gigantesca roca con forma de esfinge. Los 850 metros de altura de esa mole son como miel para los montañistas europeos, aunque han sido pocos quienes han llegado a la cima. Es todo un reto para cualquier loco aventurero. Pura adrenalina. Esa pared de granito forma parte de los paquetes turísticos que se venden en el viejo continente. Toda esa riqueza andina es lo que siempre han defendido los caracinos, no solo para su propio bienestar, sino para todos los ancashinos. Porque al final todos formamos parte de esta región bendecida con decenas de paisajes naturales. Más lugares turísticos Caraz también tiene otros atractivos como las ruinas de Tumshukayko, civilización pre inca y, según afirma la gente de la zona, más antigua que los restos arqueológicos de Chavín. También está la iglesia de piedra construida en 1901 y las puyas de Winchus. El alcalde Fidel Broncano promueve un Plan de Desarrollo Concertado para impulsar con más fuerza el turismo en su localidad. Con el apoyo de la inversión privada se pretende construir nuevos hoteles para darles todas las comodidades a los visitantes.