El maíz ha sido siempre uno de los alimentos con mayor simbolismo para la sociedad andina. El sistema económico y alimentario de la civilización inca giró, en gran parte, entorno a este cereal, dotándolo de significados religiosos, míticos y políticos, que le concedieron aportes sociales y culturales. Los paisajes de la sierra muestran la vigencia de este cultivo, no solo en el campo, sino en la vida diaria de los campesinos.
En la comunidad de Kacllaraccay, vecina de Mil y ubicada a pocos kilómetros del Centro Arqueológico de Moray, en Cusco, el maíz tiene una presencia permanente que adquiere diferentes formas y usos a lo largo de los pausados días en la montaña. A 3500 msnm, la labor de campo es un trabajo duro, pero también un festejo recompensado con vasos desbordados de chicha de jora o maíz malteado, que pasan de mano en mano reconociendoel esfuerzo colectivo. Las mujeres de la comunidad le han destinado al maíz un lugar fuera del campo, incorporando sus hojas en el tejido, tendiendo un puente entre el arte y la agricultura.
IMPACTO POSITIVO Sacha, que significa “planta” en quechua, es el nombre elegido por las integrantes del taller de tejido con fibras vegetales, desarrollado junto a la diseñadora egipcia Nada Atalla, como parte de su residencia con Mater Iniciativa. A pesar de no hablar el mismo idioma, la técnica y la experiencia de Atalla y de las mujeres que integran el curso, se amoldaron rápidamente para crear un lenguaje común, donde los patrones son las palabras que expresan este intercambio cultural.
El taller parte de una exploración casi primitiva, con la recolección local de tallos, hojas, y otras fibras vegetales. En la zona, además del maíz, abunda el maguey, planta suculenta de origen mexicano, popularmente conocida por su uso para la producción de mezcal, y también por proveer de una resistente y prolongada fibra que se extrae desde la espina. Ambas fibras son subproductos agrícolas de valor, insumos secundarios que adquieren importancia al pasar a un contexto creativo, expandiendo los beneficios de la cosecha más allá del campo y aportando a la economía local.
La fibra de maíz, compuesta principalmente por lignina y celulosa, tiene una gran flexibilidad y fuerza. Debido a estas características y a la cercanía con el cultivo, es la fibra que mejor se incorpora al tejido a cintura, técnica tradicional usada por las mujeres de la zona. La fibras son teñidas naturalmente con botánicos de estación, recolectados en los alrededores, obteniendo fibras de colores que replican las tonalidades del paisaje y se entretejen con lana para crear piezas en torno a la mesa, haciendo referencia a su origen alimentario.
Cada pieza expresa, finalmente, la continuidad de la naturaleza y cultura del lugar.