El Perú ha perdido más del 40% de la superficie glaciar de sus 19 cordilleras nevadas en los últimos 40 años. La proyección es que en las décadas siguientes este retroceso continuará. Esta no solo es una realidad nuestra sino un proceso que afecta a todo el planeta, circunstancia complicada a la que hay que adaptarse.
La pérdida de una extensa cantidad de área glaciar tiene consecuencias importantes para el medio ambiente, principalmente para el ser humano.
El glaciólogo peruano César Portocarrero señala dos impactos: la pérdida del recurso hídrico (agua dulce) proveniente de los glaciares y la aparición de lagunas producto de la erosión de un glaciar que podrían desencadenar procesos aluviónicos que destruirían ciudades.
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AGUA PARA VIVIR. “El agua es un recurso finito, vulnerable, esencial para la vida, el desarrollo y el medio ambiente”, indica Portocarrero evocando los principios de la Declaración de Dublín.
Por ello afirma que la construcción del embalse de Palo Redondo en la región La Libertad es una excelente medida del Estado que permitirá almacenar alrededor de 360 millones de metros cúbicos de agua del río Santa destinados al proyecto Chavimochic, cuyo objetivo es garantizar el agua de riego para la agricultura.
El especialista sostiene que esto será una alternativa al deshielo que afecta a la Cordillera Blanca, en Áncash, cuyas aguas abastecen al sistema de irrigación.
“Tenemos que adaptarnos a las condiciones actuales. Lo principal es realizar la gestión integrada de recursos hídricos, que implica hacer uso eficiente del agua, no desperdiciar”, indica.
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MEDIDAS. El retroceso glaciar deja lagunas a su paso, que pueden convertirse en un verdadero peligro para la vida. Para esto la Autoridad Nacional del Agua (ANA) realiza trabajos de monitoreo que evalúan la situación de estas lagunas.
“Con nuestra Unidad de Glaciología hacemos evaluaciones de las lagunas que se forman al pie de muchos de los glaciares. Hay un monitoreo continuo para evaluar las condiciones de peligro que hay en las lagunas a fin de mejorar la seguridad de las poblaciones que viven cerca de ellas”, declara Fernando Chiock Chang, coordinador de la Unidad de Cambio Climático de la ANA. Añade que a la par monitorean las diferentes cordilleras del país y elaboran inventarios de glaciares para obtener información sobre el retroceso de la superficie glaciar.
Beatriz Salazar, coordinadora del Observatorio de Cambio Climático del Centro Peruano de Estudios Sociales (Cepes), señala que una medida para hacer frente a la falta de agua producto de la desglaciación sería la “siembra y cosecha de agua”, que consiste en la recolección de agua a partir de un área de infiltración de escorrentías.
Esta agua almacenada en épocas de lluvia puede ser usada para la agricultura y ganadería durante los meses de sequía.
EL NIÑO. Los expertos coinciden en afirmar que, según diversos estudios, durante la ocurrencia del fenómeno El Niño hay un mayor deshielo glaciar porque aumenta la temperatura, aunque no hay antecedentes que señalen que esto implique un riesgo mayor para la población y menos en la actualidad, debido al monitoreo constante de las cordilleras y lagunas.
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