Cerca a las 15 horas, la detención del entonces alcalde de la ciudad, Luis Cáceres, enfureció a Juliaca. Más tarde el Ejército y la Policía desataron una masacre en toda la ciudad, el 4 de noviembre de 1965.
Juliaca quería ser la capital, protestó contra Puno, contra el centralismo, exigió agua desagüe y luz, y lo pagó con un baño de sangre.
La lluvia de balas, dejó decenas de heridos, en los hospitales, trancados con puntales, porque hasta a los heridos, dicen que querían rematarlos.
Otras madres, hermanos, lloraron la muerte de sus cinco mártires y otros iniciaron otra batalla legal para liberar a los detenidos en Arequipa.
Tras la gesta, Juliaca logró varios proyectos. Aquí presentamos una galería fotográfica recopilada por Hugo Apaza.