​Cusco vivió un día como hoy el terremoto que ocasionó muertes y destrucciones
​Cusco vivió un día como hoy el terremoto que ocasionó muertes y destrucciones

El 31 de marzo de 1650, vivió el terremoto que dejó destrucciones y que fue de larga duración, además, fue el responsable de la muerte de unas 5,000 personas. El epicentro se localizó cerca de la ciudad, bajo la jurisdicción del Virreinato del Perú. Fue tanta la fuerza y violencia que derrumbó templos, conventos y casas en toda la ciudad causando gran miedo, desesperación y tribulación en los vecinos de la Capital Histórica del Perú.

El terremoto ocurrió a las 2 de la tarde aproximadamente y tuvo una duración de un cuarto de hora, con intermitencias. En el Cusco, todos los templos y la mayor parte de las edificaciones sufrieron daños considerables, generalizándose los estragos en Abancay, Andahuaylas y otros pueblos de la región.

Según historiadores de la web El observador Cusco: "Cusco fue destruido por un estrepitoso terremoto el 31 de marzo de 1650: duró lo que dura «tres credos», y fue de tal magnitud que derrumbó templos, conventos, casas reales, haciendas. Le siguieron más de 400 temblores. La hecatombe fue perennizada por un lienzo gigante pintado por don Alonso Cortés de Monroy, colgado ahora en la sacristía de la capilla del Triunfo".

También la desolación alcanzó la meseta del Collao hasta Sicasica, en la actual Bolivia. Se produjeron además grandes deslizamientos de tierras en Písac y Paucartambo, uno de los cuales represó el curso del río Apurímac. La tierra se agrietó en diversos lugares, observándose disturbios de las aguas freáticas cerca del pueblo de Oropesa. Según cuentan los historiadores, las personas se arrodillaban y besaban a la Pacha Mama implorando que calme su furia, y al mismo tiempo aclamaban a Jesucristo su bendición y perdón porque ellos, por su fe, pensaban que se trataba de un castigo divino.

FE

El pánico cundió en la población y muchos llegaron a creer que nadie se salvaría de la muerte, pero luego se apaciguaron, al difundirse la noticia de que se trataba solo de rumores lanzados por los escribanos para cobrar testamentos.

Fue por la fe que los pobladores de Cusco sentían que, según ellos, de no haber intervenido su Cristo Crucificado -a quien desde ese día lo bautizaron como Taytacha de los Temblores- a quien hoy por hoy se saca en procesión para que se puedan calmar todas las réplicas del sismo. Definitivamente este acto moderó el rigor del sismo y fue a raíz de este evento que la gente hizo una costumbre honrar a la escultura de madera que hasta entonces estaba olvidado en su altar, según relatos de la época. 

En Lima se sintió el movimiento, que causó algunos deterioros en los edificios. El virrey Conde de Salvatierra, no bien tuvo noticia de lo ocurrido en el Cuzco, procuró paliar la situación de sus habitantes, relevándoles del pago de algunos impuestos y escribiendo al corregidor Juan de la Cerda y la Coruña a fin de que tomase las medidas necesarias para ayudar a los afectados. Algunas ciudades como la próspera Potosí acudieron en auxilio de los damnificados.

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