Un repaso por la historia y de cómo se pasó de una edición cero, a un continuo trabajo de 60 años, el compromiso de llevar información más ágil y directa para que los arequipeños puedan identificarse. (Foto: GEC)
Un repaso por la historia y de cómo se pasó de una edición cero, a un continuo trabajo de 60 años, el compromiso de llevar información más ágil y directa para que los arequipeños puedan identificarse. (Foto: GEC)

¡Acción! ¡Acción! Gritaba como un loco Raúl Villarán reclamando a su plana periodística que se ponga activa, con rapidez. Todos debían apurarse porque Correo iba a aparecer en Arequipa por primera vez. Ya en la noche terminaba desencantándose y disponía que se imprima como una “edición cero”. Es decir, como una prueba.

De tez blanca y voluminoso, conocido como un caprichoso genial, ruin para unos, bueno para otros, había venido de Lima al frente de un equipo de periodistas de primera calidad, integrado por Guillermo Thorndike, Mario Castro Arenas y José Gonzales Málaga además de Wener Lang, reportero gráfico de nacionalidad alemana. Villarán vino con la aureola de haber llevado al éxito a “Última Hora” cuando estaba a punto de desaparecer y ser creador de “Expreso” que también tuvo éxito.

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Decisión

No se sabe quién le metió en la cabeza al sensacional empresario de la pesca Luis Banchero Rossi, incursionar en el diarismo. Contrató a este genio y este le presentó un plan que era toda una revolución. No un diario más desde Lima para las provincias, sino una cadena de diarios regionales. Todos con el mismo nombre, no competirían entre sí porque circularían cada cual en su región, Y llevarían el mismo nombre y el mismo logotipo: Correo.

El primer paso

Cuando llegó el equipo de prensa a Arequipa, había creado antes los diarios regionales de Tacna, Piura y Huancayo durante el año 1962. Después rematarían en Lima.

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Trabajaban intensamente en un inmueble de la calle La Merced, según nos refirió alguna vez Mario Castro hallándonos en Panamá siendo el embajador. Y las noches las pasaban en un bar preferido de la Plaza de Armas, entre copas de buen chilcano. Villarán no perdonaba por las tardes algo de su predilección en una cafetería y gozaba de los mozos cuando los solicitaba. Pidió una torta de chocolate. Se la traen y revienta.

-Oye chico, ¿Qué esto?

-Usted me ha pedido torta.

-Yo te he pedido una torta, no una tajada. Bueno, déjalo; pero aprende a escuchar bien.

En el día revisaban minuciosamente “El Deber”, “Noticias” y “El Pueblo”, los diarios con los que competirían, evaluaban gente e iban formando una plana joven de periodistas. No era difícil quitarle uno a otro medio, esta empresa pagaba mejor. No los querían mayores porque venían a imponer un nuevo periodismo y los viejos ya estaban formados al molde antiguo de la crónica extensa, aburrida y sin buen tratamiento.

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Descubrimientos

Entre esos muchachos estuvo Luis Eduardo Podestá a quien echaron lente cuando trabajaba en “El Pueblo” y un chiquillo bajito, escuálido y voz afónica que colaboraba en el diario de la calle Sucre, Juan Salas Ocharan. Le vieron madera y lo incorporaron. También a Carlos Zúñiga, Gustavo Salas, Jorge Hani, entre otros, que fueron una nueva generación.

El gordo Villarán arrugaba y arrojaba las noticias que no le gustaban y sin asco las tiraba al canasto. Llamaba al redactor cuando le gustaba su nota para saber más de él. A más de un aspirante, lo despedía con toda franqueza, “no pierdas tu tiempo, tú no das para esto”.

A su lado estaba a menudo Gonzáles Málaga, testigo de estos hechos, quien se quedaría como director.

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Arequipeño, discípulo de Pedro Beltrán, fue antes director y creador de la revista “7 días del Perú y del mundo”, suplemento de “La Prensa”. Esta publicación transformó el periodismo revisteril peruano. En la elaboración de los suplementos que saldrían luego con la primera edición, demostró su talento. Una tarde de café, Pepe nos contó, que Villarán estaba histérico. Cada vez que solicitaba fotógrafo le decían que Lang había salido en comisión.

-Gonzáles, consigue otro fotógrafo, bramó.

-Raúl -lo llamó a la sensatez- recuerda que no estamos en Lima. Fotógrafos periodistas no es fácil conseguir aquí.

-Párate en la puerta y al primero que pase me lo traes.

Cazando fotógrafo

Riéndose salió nuestro amigo a cumplir con la orden, sin saber en qué acabaría esta locura. El primero que pasó fue un joven esmirriado, manos en los bolsillos. Volvía a su casa ubicada casi al frente del local del futuro diario. Le ofreció trabajo y aceptó. Preguntó de qué se trataba y ante la respuesta se desencantó. ¡Ah! No. Yo nunca he tomado fotos. Lo llevó de todos modos ante Villarán advirtiéndole que de fotografía no sabía. No importa, respondió.

Lo vio de pies a cabeza, dio una vuelta a paso lento en torno suyo y exclamó ¡Ya está! Llévenlo y que le enseñen. Así comenzó su vida periodística Jorge Esquivel Góngora, luego notable reportero gráfico.

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Después del cero

Podestá recuerda que desde octubre de 1962 estaban trabajando a diario, saliendo a cubrir comisiones y cerrando la edición, con pruebas en vacío. Los reporteros estaban adaptándose a un estilo de redacción uniforme. Toda la información en una carilla de veinte líneas. Vianney Cuba, trabajador gráfico, nos dijo alguna vez “todos los días trabajamos y hasta nos pegaban una cachada si hacíamos algo mal y todo por las huevas, había que deshacer todo al día siguiente y fundir el plomo otra vez”. Impresora y linotipos y demás herramientas de taller e insumos que trajeron de Lima. La impresora era una rotoplana de segunda mano a la que le llamaban “covadonga”. “Había que ponerle cuñas en la parte delantera, porque cuando funcionaba un poco que caminaba” agregaba.

Por fin, el lunes 28 de enero de 1963, apareció Correo de Arequipa.

Decía Vianney que el día anterior, cuando vinieron a decirles ¡Ya! Ahora sí, Mañana salimos, nadie creyó. Esa música la habían tocado muchas veces. Solo se convencieron cuando la “Covadonga” corría y corría tirando miles de ejemplares y vinieron los carros para llevarse el diario por paquetes. Primero para el interior de la región para que lleguen temprano.

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Don Podes nos anota, el tiraje fue de 25 mil ejemplares. La distribución fue gratuita. José Gonzáles Málaga, el director, nos dijo que el editorial que vino en primera página como un saludo de presentación lo hizo él. Es un solemne compromiso con el desarrollo de la ciudad y la región. La primera quiso Villarán sea una buena noticia para el pueblo, lejos de sensacionalismos o escándalos. Decía “Aumento de sueldos y salarios”.

Las camionetas salieron a lugares de gran concentración humana y el pueblo a mano alzada pugnaba por un ejemplar. Fue un día en que el cielo, en tiempos lluviosos, hizo una concesión. Decir que ese día apareció un periódico más, no es cabal. En esa fecha nació un nuevo periodismo en Arequipa.

Un diario sin sábanas como texto, ni crónicas con pase a la página tal o cual. De noticias importantes, ágilmente  con dosis de interesantes, con declaraciones de autoridades, pero con reportajes humanos de la vida diaria. Con corresponsales en todas las ciudades del sur.

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De antaño

Arequipa, en 1963, era una ciudad de tranvías y abundantes casonas de sillar. Envuelta por una extensa y frondosa campiña. Pero parecía una urbe después de una guerra, bombardeada. Esto a consecuencia de dos terremotos en 1958 y 1960 que no respetaron ni los monumentales templos de Dios. Más azul era su cielo y más nítida la cresta de sus cumbres.

Sonaba el yaraví en sus picanterías identificadas con un pendón rojo. Su gente por doquier trabajaba moviendo escombros. La reconstrucción había comenzado y nuevas urbanizaciones como Alto Selva Alegre aparecieron. El clamor era una fábrica de cemento.

La década del sesenta fue gloriosa. No solo surgió esta nueva prensa, también grandes proyectos de la junta de rehabilitación, se creó la Universidad Católica, el Banco del Sur, la fábrica de cemento, la ciudad universitaria de la UNSA, variante de Uchumayo, etc.

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El país había vivido en 1962 una dura campaña electoral con desbordes de violencia, donde los principales candidatos presidenciales fueron Víctor Raúl Haya de la Torre, Fernando Belaunde y Manuel Odría y con escasa opción el arequipeño Héctor Cornejo Chávez, entre otros. Hubo golpe y el proceso electoral quedó nulo. El país se aprestaba a nueva campaña en 1963.

Han pasado 60 años de esto. Desde entonces, en Arequipa y todo el sur, este diario viene a ser el segundero de la historia. Para terminar, Correo tenía ocho años cuando el autor de esta crónica llegó a sus filas, llegando después a director. Alternó con numerosos fundadores y hoy nos narra el testimonio de sus recuerdos.

VIDEO | Correo Arequipa 60° Aniversario