En entrevista dominical con Correo, el contralor general Nelson Shack deduce que el control interno de las instituciones corruptas induce al error a la Contraloría, minimizando su responsabilidad de robos tan descarados como lo sucedido en el fondo Mivivienda, donde Marka Group de Sada Goray se embolsicó millones de soles de manera irregular en la cara de todos.

Ni el control concurrente -la supuesta estrella de la gestión de Shack- ni el control posterior permitieron alertar del latrocinio en el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento, desde donde cambiaron de porrazo a tres miembros del directorio de Mivivienda, todos ellos amigos de la coimeadora Sada Goray. Esta vez, a la Contraloría se le escaparon las tortugas.

Distinta fue la reacción del control posterior de la Contraloría sobre el procurador general Daniel Soria, que en una infeliz coincidencia con el gobierno de Pedro Castillo determinó su falta de experiencia para el cargo. Entonces, pareciera que, más que una acción reactiva, el órgano de control también huele a político.

Y político es cuando, en palabras del contralor, refiere que han “tenido un trabajo, una relación de cooperación interinstitucional adecuada durante los últimos seis años” (justo el periodo de su gestión) con el Congreso. Es decir, un acuerdo amistoso, de no fiscalizar al ente más desprestigiado del país, según las encuestas.

En conclusión, ¿cuál será el futuro de la Contraloría?, ¿es una institución independiente de los poderes políticos?, ¿se alista Shack para algún cargo político?, ¿cuál es el nivel de calidad de control?, ¿es el control concurrente una buena herramienta? Si la presidenta Dina Boluarte indica que más de 20 mil millones de soles se perdieron por la corrupción, algo no cuadra y debe cambiar.

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