Al concepto de “igualdad de géneros” propuesto por el Ministerio de Educación para el currículo de educación sexual se opone un sector de intérpretes que sostienen que enunciados como “construye su identidad”, “vive su sexualidad de manera plena y responsable” y “toma conciencia de sí mismo como hombre y mujer” son un contrabando para introducir lo que denominan “ideología de género,” que establece que ser hombre o mujer queda definido biológicamente y no social y culturalmente. Ello implicaría que podrían elegir ser travestis, homosexuales o lesbianas, además de ejercer su actividad sexual plenamente, lo cual a esos padres les parece inaceptable y una intromisión en la visión de educación sexual que quieren inculcar a sus hijos.

Quizás olvidan que el bienestar de los niños y jóvenes se afecta si son discriminados, ya sea por la conformación particular de su familia o por su orientación sexual. Si ser homosexual o lesbiana se presenta como “perversión”, no solo se carga de dolor, maltrato y discriminación a los hijos de estos padres o a los alumnos que tienen alguna de esas orientaciones sexuales, sino que se les quita la oportunidad a los otros niños de aprender a respetar a cada persona por lo que es y reconocer e interactuar sanamente con las diferentes personas que va a encontrar en su comunidad.

Puedo entender las susceptibilidades de padres bien intencionados y preocupados por el desarrollo sexual de sus hijos a los que aspiran criar como heterosexuales, pero ¿cómo quisieran que la comunidad y la escuela traten a su hijo o hija si fuera homosexual, lesbiana o transexual?

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