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El Minedu tiene un problema: a la vez que controla a los colegios privados que dan un pésimo servicio, alienta y da facilidades a los colegios privados que son innovadores y evidencian dar pasos adelante al servicio de los alumnos.

La actitud tradicional de los ministerios ha sido la de darle más peso a los que hacen las cosas mal (normando de modo controlistas, represivo y sancionador a todos por igual, perjudicando a los que hacen las cosas bien). Así, quien hace las cosas bien es doblemente sancionado: no se le alienta y se carga la norma hacia la sanción. El transgresor se ríe de todas estas normas porque siempre le saca la vuelta vía coimas, amparos y todo tipo de argucias, de modo que sigue operando sin nadie que lo cierre.

Ya es hora de diferenciar a unos de otros. Para empezar, avanzaríamos si las normas controlaran tres cosas básicas: 1) tiene resolución ministerial y cumple lo ofertado a la hora de obtener dicha resolución; 2) cumple con la licencia municipal; 3) cumple con las exigencias de Indeci. Solo con eso ya sancionarían a gran cantidad de colegios.

Por el lado de los incentivos a la innovación, crear la categoría de colegios innovadores. Los colegios presentan su perfil de innovación y los que califiquen para ello son exonerados de ceñirse a los parámetros oficiales en aquello que es materia de innovación. Se obligan a reportar anualmente sus avances y ser visitados por los inspectores ministeriales para constatar que se trabaja de acuerdo a lo pactado; de lo contrario, pierden la categoría de innovadores.

Algún estímulo merecen los innovadores.

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