Un informe de la OCDE, basado en las pruebas internacionales PISA, revela que el uso abundante de tecnología informática en la escuela tiene un impacto negativo en el aprendizaje de los alumnos. Solo hay un efecto moderadamente positivo de su uso por una o dos veces a la semana.
Se puede obtener buenos puntajes en PISA, como lo hacen Corea del Sur, Shanghái, Hong Kong y Japón, con bajo uso de computadoras en la escuela. Junto con ello, se encuentra que la brecha socio-económica entre los estudiantes no se estrecha por la tecnología, tal vez incluso se amplifica (OECD: Students, Computers and Learning: Making the Connection).
Usar computadoras en clase puede convertirse en una distracción y un incentivo para “cortar y pegar” y trabajar sobre contenidos que se encuentran prefabricados en internet. Entre los siete países con mayor nivel de uso de internet en la escuela, se encuentran tres que experimentaron “descensos significativos” en el rendimiento de la lectura: Australia, Nueva Zelanda y Suecia, y tres que se han “estancado”: España, Noruega y Dinamarca.
Pese a que estos resultados eran obvios y previsibles (tal como lo he venido sosteniendo desde que vino la moda por dotar de laptops a alumnos sin incluir a los profesores y su capacitación), ello no ha impedido que diversos gobiernos inviertan billones de dólares en adquirir y fomentar el uso de las computadoras e internet en las escuelas. Eso no quiere decir que haya que descartar el uso de las computadoras en la escuela, sino tener mayor claridad y cuidado para definir la finalidad y modalidad de su uso.