El desencanto con la escuela como espacio educativo que muchos alumnos y familias sienten más como una “caja de estresamiento de niños conducentes a la infelicidad” ha gestado no solo un creciente movimiento de homescholing que ya tiene amparo legal en EE.UU., Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido, Irlanda, Francia, Italia, Bélgica y Portugal sino también el movimiento del unschooling. Este empieza a emerger como una alternativa más interesante si el hogar cuenta con uno de los padres que quieren orientar la educación de sus hijos en otros términos mucho más libres y a la vez conectados con la cotidianeidad de la vida real. Parecen pensar que hay que reparar la contradicción entre una escuela que supuestamente prepara para la vida, pero en los hechos lo que ocurre en ella está muy alejado de la vida real (‘Unschooling’: ¿Y si la escuela fuera prescindible? Saray Marqués eldiariodelaeducacion; 13/1/2017)

La diferencia entre uno y otro radica en que mientras el homeschooling se centra en el plan académico oficial, con sus temas, libros y exámenes, el unschooling se guía por los intereses del niño en los diversos ámbitos de su vida que incluyen el estudio pero también la recreación, actividad lúdica, hobbies, tareas del hogar en los que son activos, pero no dirigidos en su aprendizaje.

Parece que estamos frente a una reforma que viene desde dentro del sistema, con intentos innovadores aislados, y desde afuera, con el home schooling, unschooling, freeschooling, que paulatinamente transformarán la estructura tradicional de la escuela. Y eso, es una buena noticia.