En plena clase sobre alimentos nutritivos, un niño le pide a la profesora una explicación sobre el origen del chocolate y sus efectos nutritivos. De pronto, la profesora siente que su cabeza se queda en blanco y se paraliza por unos segundos. No se le ocurre nada. Se siente descolocada, pese a que es una profesora experimentada. Sabía que algo andaba mal, así que fue a conversar con la sicóloga con la que pudo deshacer ese nudo. Desde pequeña tuvo problemas con el peso por su gran afición por los chocolates. Además, estaba a dieta por su próximo matrimonio. La mención a los chocolates desencadenó un sinfín de emociones, evocaciones y asociaciones.
Cientos de episodios les ocurren cotidianamente a los profesores frente a actitudes, conductas, desafíos, dificultades de los alumnos que se conectan con las emociones, evocaciones y asociaciones de la propia profesora respecto a su historia de vida personal. Ocurre ante el alumno desafiante (como su hijo), el niño con problemas en matemáticas (como los tuvo ella), el director autoritario (similar a su padre) y así sucesivamente. No hay ninguna posibilidad de una relación neutra de la profesora con sus alumnos. En cada vínculo que se establece hay una parte que corresponde al niño, pero otra igualmente importante que viene de la historia personal de la profesora. Siendo así, ¿qué espacios de apoyo sicológico tienen hoy en día los profesores para tratar de ser suficientemente buenos? Lamentablemente, casi ninguno.