Es muy grave que, apenas rebasado el primer año de gobierno, el régimen de Pedro Pablo Kuczynski esté dando señales tan alarmantes de desintegración. Se sabía que era una gestión con una estructura partidaria pequeña, inexperta y débil, y que iba a tener en la demoledora mayoría parlamentaria fujimorista un obstáculo mortal para sus proyecciones, pero la verdad es que echarle la culpa a Fuerza Popular de los estropicios que saltan a la luz en PPK, y de las pugnas internas que alberga, sería enfatizar la profunda miopía política instalada en el gabinete.

Es evidente, en ese contexto, que existe una colosal falta de liderazgo en el presidente Kuczynski, quien divaga y se ve acorralado por las intensas tensiones de un cargo que demanda energía, temple y capacidad, pero ante esas desventajas, lo que emerge no es un premier ejecutivo cumpliendo el rol de pararrayos del Mandatario, ejerciendo la labor de operador político que el cargo exige (tomando el bastón de mando en el buen sentido de la palabra): la de un articulador de esfuerzos, la de un puente con el partido, las bases, el gabinete en su conjunto y la oposición. No es la labor de un premier tomar el cargo para imponer nombres y gestiones, para dar una conferencia de prensa semanal, para relativizar la gestión pública y circunscribirla al terreno de la tecnocracia y la dinámica empresarial. Fernando Zavala no ha entendido la magnitud de su rol y ahora es muy tarde para que lo haga. Hoy debería alistar maletas si, como dice, busca hacerle un bien al Gobierno. Mantener el MEF, si así lo quiere, y promover a una persona con las características requeridas, que tampoco hay muchas en el país, y en cuya lista Jorge del Castillo está, como lo ha demostrado, un paso adelante.