Cuando escuchamos al ministro de Educación, Jaime Saavedra, hablar por los medios de comunicación sobre lo que hace el ministerio, usualmente se trata de presentaciones interesantes y convincentes, alineadas con lo que el sentido común educativo aconseja. Pero cuando uno escucha a un director o profesor escolar hablar sobre los problemas del sector Educación, hablando desde el terreno en el que deben aterrizar los dichos del ministro y los funcionarios, estos señalan los numerosos problemas que hacen que las buenas intenciones no se conviertan en realidades.
¿Miente el ministro? ¿Miente el director? No necesariamente, ninguno de los dos. El ministro Saavedra habla de las visiones, planes y propuestas para el conjunto de las 100,000 escuelas del Perú, que se rigen por una misma ley, reglamentos, normas específicas y asignaciones presupuestales, que en las simulaciones del modelo teórico darían buenos resultados. El director o profesor habla de su escuela o aula específica, a la que todas esas buenas intenciones no llegan o lo hacen distorsionadas por las realidades geográficas, culturales, logísticas, administrativas, burocráticas y las propias limitaciones de quienes deben dar y recibir capacitaciones o recursos de apoyo didáctico.
La gran brecha educativa que hay que cerrar en el Perú es la que separa las intenciones del ministerio y las realidades de cada colegio y aula común. La pregunta entonces para quien quiera ser presidente 2016-2021, ¿cómo pretende cerrar esa brecha y lograr que los planteamientos ministeriales aterricen y se vuelven reales en las escuelas?