GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Aunque antiguo, un previsor artículo de Alfie Kohn ayuda a precisar respecto a los reales aportes de la neurociencia a la educación (“Back to Nurture”, American Health, 1993).

En la generación de posguerra, la mayoría de los problemas mentales y emocionales eran analizados enfocando la maternidad inadecuada, las influencias sociales negativas y otros asuntos vinculados al medio ambiente de crianza. La siguiente generación, conforme se fue medicalizando la psiquiatría y psicología, giró del análisis y tratamiento del ambiente de crianza al de la salud mental de las personas y los factores genéticos que se trataban con medicamentos o intervenciones quirúrgicas. Los problemas emocionales se analizaban mirando los cerebros y las causas biológicas más que la cultura y medio ambiente de crianza. Abundaban fondos (buena parte de empresas farmacéuticas por supuesto) para la investigación del cerebro, buscando respuestas biológicas a cuestiones relativas a la salud mental, y escaseaban para los contrarios. “Somos lo que nuestros genes han hecho de nosotros. Encuentra el gen responsable de una conducta y la curamos”. Se dio publicidad a vistosos estudios sobre las causas genéticas del alcoholismo, la neurosis, la esquizofrenia y varios más (que luego tuvieron que reconocerse como no válidos).

Me dejó pensando cómo hoy en día se aceptan comúnmente hallazgos de las neurociencias como si de estos pudiera derivarse propuestas pedagógicas, asumiendo una relación causal no probada que merecería estudios más precisos. Diferenciemos entre criterios y recetas aportadas por las neurociencias.

TAGS RELACIONADOS