1. Sumen la frustración acumulada en el tiempo por los bajos salarios y escasa valoración profesional, promesas y expectativas incumplidas, inseguridad laboral por posibles despedidos de fallar en evaluaciones, irritaciones por beneficios impagos pendientes, heridas que aún quedan de la fusión de la Ley del Profesorado y la Ley de Reforma Magisterial que nominalmente “bajó de nivel” a los antiguos, la obligación de cumplir con formatos burocráticos engorrosos, la presencia de “acompañantes” neófitos que cuestionan la capacidad profesional del docente acompañado, los concursos de nombramientos o ascensos en los que la mayoría desaprueba, unos 150,000 docentes contratados que luchan anualmente por un contrato, la escasa representatividad del Sutep como sindicato único nacional.
2. Colóquenlo en un contexto de lustros de discursos presidenciales triunfalistas respecto al avance de la economía peruana (manchados de corrupción) y un Gobierno débil arrinconado en Cusco por las marchas por el contrato de Chinchero, que liquidaron ministros y ese contrato, enganchando con el contestatario magisterio puneño con historia acumulada de disputas con CEN Sutep-Patria Roja.
3. Resulta un movimiento huelguista viral en todo el país, con maestros que no se preguntan por la filiación ideológica de sus líderes y siguen a quien tiene la capacidad de organizar un gran movimiento de protesta, levantar la voz y confrontarse con las autoridades.
Ojalá que la temporal descompresión política poshuelga no vuelva a mandar a la periferia gubernamental la urgente revalorización magisterial.