Si los padres no manejan bien las relaciones equitativas con sus hijos, se alimenta la rivalidad entre hermanos que compiten por la preferencia del amor de los padres, lo que incita los celos, envidias, cólera y finalmente disputas entre ellos debido a dicha competencia.
Por otro lado, muchos padres deben haber presenciado la manera violenta como los jugadores de colegios que son rivales tradicionales para obtener las copas enfrentan sus partidos de fútbol. Cómo los jugadores y las barras agreden al rival y cómo los ganadores se burlan de los perdedores. Estos alimentan su sentimiento de cólera y venganza hasta el próximo partido. En general, en ambientes de competencia se produce una tensión entre rivales con sentimientos de estrés, vergüenza, temor, cólera, que muchas veces está cargada de deseos de agresión y venganza.
Traslademos ahora estos conceptos a un salón de clases, donde los sistemas de exámenes, notas, y rankings entre “los buenos” y “los malos” alumnos, los que logran y no logran, alientan la sensación de superioridad en unos e inferioridad en otros. Los superiores y ganadores se sentirán con derecho a burlarse y a maltratar a los inferiores y perdedores. Caldo de cultivo para el bullying.
Si el escenario escolar fuera uno en el que se individualiza el trato, respetan las diferencias y alienta la convivencia armónica evitando la competencia, especialmente en inicial y primaria, buena parte del bullying se reduciría sustancialmente.