Ya sabemos cómo se ha llevado la investigación de los casos de corrupción en la Fiscalía, por lo que el fiscal de la nación interino Juan Carlos Villena debe ejecutar una operación de limpieza a fondo. El magistrado comenzó con la parte administrativa, pero deberá aplicar una reforma integral que garantice la idoneidad de aquellos que se encargan de defender al país de los criminales de toda laya.

De nada servirá que en la fiscalía depuren al personal de confianza de Patricia Benavides si continúan los fiscales que no investigan de manera correcta. En similar situación están aquellos que se hacen los suecos para corretear a los congresistas corruptos, como quienes demuestran desidia profesional para elaborar una carpeta contra los delincuentes comunes, como se ha demostrado con las liberaciones de criminales.

El órgano de control de la fiscalía no debe ser una herramienta para ajustar cuentas contra los fiscales que no se alinean a las fechorías de los malos jefes. Por el contrario, dicho despacho debe enfocarse en garantizar que las investigaciones y acusaciones penales se lleven a cabo con el rigor que merece la defensa del Estado, lo que le devolverá la credibilidad a la institución que por hoy se ha convertido en un arma de los sinvergüenzas.

Lo curioso es que este capítulo novelesco del control de la Fiscalía de la Nación se repite con cierta periodicidad: Blanca Nélida Colán, Pablo Ramos, Pedro Chávarry y Patricia Benavides. ¿Qué conlleva a repetir la historia? Pues, aplicar los mismos procesos de depuración que no han tenido resultados durante más de tres décadas. Acomodado al adagio popular: el que olvida su pasado está condenado a repetirlo.