A su edad, Pedro Pablo Kuczynski intenta lavarse la cara sobre su desastroso gobierno y acusa a Keiko Fujimori y Martín Vizcarra de conspiradores. Con poca elegancia, el expresidente dice que si su esposa hubiera estado en Perú le hubiera convencido de no renunciar al cargo. Con sus logros profesionales, no le queda calificarse como mentecato. En su libro, dice PPK que sospechó de Vizcarra cuando desde Palacio de Gobierno le informaron sobre ciertas reuniones clandestinas entre su vicepresidente y gente allegada a la señora K. Su reacción fue ponerle una trampa que comprobara su deslealtad. Cuando descubrió la felonía, su reacción fue pobre.Vizcarra no tenía la experiencia de PPK; por lo tanto, atribuirle excelsa sabiduría política es querer victimizarse. Quienes sí hicieron el ridículo fueron los congresistas de Fuerza Popular. Aconsejados por la cúpula naranja le pidieron al escorpión que los ayude a cruzar el Rubicón, sin imaginar el desenlace fulminante.PPK también refiere que cuando Jorge del Castillo se pronunció a favor de la posible vacancia presidencial, entonces decidió anunciar su renuncia y no exponerse a una salida vergonzosa. Es decir, el señor banquero nos asegura que no luchó por el cargo que tanto le costó conseguir porque tenía pánico.PPK culpa a todos de perversos. Se ratifica en que todo nace por el indulto a Alberto Fujimori, que firmó entre gallos y medianoche, como lo hacen los cobardes cuando intentan sorprender a los ciudadanos. Lo cierto es que el expresidente estaba acusado de enriquecerse mientras ocupaba cargos públicos, una cola difícil de esconder.