La muerte del congresista Nano Guerra en Punta de Bombón debería ser un punto de quiebre para corregir lo que sucede con algunos ciudadanos mal llamados de segunda clase: que sea normal que en una posta no haya turno de médico las 24 horas. Si Arequipa es la segunda ciudad del país, después de Lima, ¿se imaginan cómo están los pueblos más marginales?

Es repugnante enterarnos por estas páginas de que el exgobernador de Arequipa Elmer Cáceres no extendió el convenio con una minera que subvencionaba el puesto médico que no atendió a Nano. Pero también es un acto letal que el Ministerio de Salud deje a merced de los gobiernos regionales la vida de los peruanos, como parte del proceso de descentralización.

“Prohibido enfermarse en la noche” es una frase escuchada en los pueblos resignados a morir porque ninguna autoridad regional vela por el interés de las zonas alejadas. “No hay muchos votos en esos pueblos” es una respuesta igual de manoseada por los candidatos. Frente a esto, pregunto: ¿la falta de médicos es un tema presupuestal o desinterés por atender en esos lugares?

La oferta y la demanda no funciona en los temas de salud. No podemos permitir que solo haya un médico itinerante en esos pueblos porque no tienen mucha gente, tal como se estila en la distribución de los policías para la seguridad ciudadana. Como servicio básico, la salud debe ser una prioridad local, distrital, provincial, regional y nacional, para evitar más decesos.

Si en algo debemos honrar a quienes han perdido la vida por la falta de médicos, como estuvo demostrado durante la pandemia por el COVID-19, es imperioso que el sector público y el privado firmen alianzas para tapar esos vacíos dejados por la carencia pública a cambio de beneficios. Solo la izquierda obtusa, como piensa Cáceres, cree que el empresariado no debe apoyar.