Para tener una buena acogida entre los peruanos, el discurso presidencial debe tener alguna particularidad motivadora más allá de una larga enumeración de programas y montos asignados a los beneficiarios. Me hubiera gustado que en lugar de eso, en el sector Educación se hubiera brindado un enfoque de educación ciudadana. Me explico.

1. El discurso arrancó bien: “(...) nos propusimos con vocación integradora la recuperación de un país fragmentado”, pero eso no se expresó en el discurso, que fracturó nuestra historia aislando el período 2011-2016 del resto, excluyendo de esta voluntad integradora a los miembros de los gobiernos previos y posteriores al suyo. Presentar al Perú como un país con historia hubiera permitido reconocer que este gobierno se ha inspirado o ha continuado políticas y estrategias iniciadas por los anteriores y aspira a que quienes vengan hagan lo propio con aquello que este gobierno les legará. Esa continuidad da cuenta de una visión de país, humildad y cordialidad política que facilita nuestra convivencia.

2. Hubiera sido señal de grandeza reconocer errores y expresar disculpas y/o propósitos de enmienda, lo que tendría un alto valor educativo, ya que es evidente que hay muchos errores en el camino. Reconocerlos daría la apertura hacia los interlocutores para un diálogo fructífero, el cual se vuelve imposible cuando el gobierno defiende cerrada y triunfalistamente su (equivocada) postura. ¿Cómo se dialoga, integra y perfecciona lo que anda mal si se parte del principio de que “el gobierno está bien, quien piensa distinto está mal”?