Vencido el plazo la semana que expiró, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) tiene el arma para disparar la suspensión del peor alcalde de la historia de Trujillo: Arturo Fernández. El concejo aprobó por unanimidad la salida temporal de su burgomaestre, quien recibió la ratificación de su condena por difamación, por lo que cumple el requisito indispensable para que lleve toda su estupidez a donde le plazca.

Llama la atención que el JNE cuente otra historia, como que la pelota está en la cancha del concejo de Trujillo para suspender a Fernández. Si los regidores votaron por la suspensión y el aludido ni siquiera tiene argumentos legales para quedarse en el puesto, le corresponde al ente de Jorge Luis Salas Arenas retirar las credenciales de la autoridad edil y dejar que los regidores elijan a su nuevo alcalde. La ciudad se lo agradecería.

De igual manera se muestra la manga de congresistas liberteños, quienes hasta el momento no dicen esta boca es mía para frenar los excesos del alcalde y compañía que padece esta noble ciudad. A esta alturas, a otra autoridad ya la hubieran llamado a la comisión de Fiscalización del Congreso, pero no pasa nada. ¿Por qué tanto silencio de los parlamentarios? ¿Por qué no defienden a sus electores?

A César Acuña, gobernador regional de La Libertad y exalcalde de Trujillo, tampoco se le escucha  una postura firme de lo que ocurre con la ciudad capital. No sé si es por un cálculo político o por no gastar pólvora en gallinazo, pero su liderazgo debiera sobrepasar los límites de la casa de gobierno. A la ciudad colonial le falta alguien que haga respetar la casa. ¿Y la sociedad civil? ¿Y los marchantes contra Merino?