Acabo de leer un suplemento de orientación vocacional y me dejó la sensación de que si hubiera una correlación entre lo que ofrece cada universidad y la realidad, Perú tendría los profesionales mejor formados y más creativos del mundo, a cargo de súper catedráticos universitarios. Seríamos los campeones mundiales en producir patentes, en desarrollo empresarial y científico, en comunicaciones. Me pregunto si acaso no debería haber una especie de defensor del postulante para alertarlos de tanta falsa ilusión. Los pobres alumnos de 4to y especialmente 5to grado de secundaria, que nunca tomaron decisiones de nada importante a la largo de su educación básica, en plena revolución hormonal adolescente deben tomar decisiones vocacionales presionados por sus padres, profesores, padres y el apabullante marketing universitario.

Esa elección al final tiene muy poco de auténtica y la gran cantidad de ingresantes que desaprueban los primeros ciclos y se cambian de carrera por doquier evidencian la enorme distancia de la elección con las verdaderas motivaciones de c/u. ¿No sería mejor darles un año de vacaciones escolares preuniversitarias, dejarles madurar, ganar experiencia de vida, clarificar sus intereses y pasiones, antes de escoger la carrera en la cual desarrollar su educación profesional? Darles la oportunidad de viajar, conocer mundo, trabajar, cultivar sus hobbies, descubrir lo que los apasiona, y solo entonces, más libres y fogueados, con una edad similar a la de los ingresantes universitarios norteamericanos o europeos, escoger el camino a seguir. Pensémoslo.