La enfermedad de Parkinson (EP) es una enfermedad neurodegenerativa de progresión lenta que con frecuencia conduce a problemas de la marcha y de la estabilidad. En pacientes con EP, la tasa de caídas varía de 35% a 90%, de los cuales entre 18% y 65% sufren caídas recurrentes. Esto produce serias y costosas consecuencias físicas; pues las caídas tienen un impacto psicosocial negativo, creando un espiral de aumento del miedo a caer, con disminución de la actividad física e ingreso a casas de reposo.
Según revisiones sistemáticas de caídas en pacientes con EP, el 60,5% ha sufrido al menos una caída en un periodo de seguimiento que fluctúa entre 3 a 29 meses.
Las posibles explicaciones para ello incluyen: dificultades en el movimiento, congelamiento de la marcha, problemas visuales, obstáculos en el ambiente, polifarmacia, co-morbilidades, y deterioro cognitivo.
Los estudios de investigación no han podido precisar los factores de riesgo o predictores de caídas en pacientes con EP, y un reciente estudio de investigación del Instituto Peruano de Neurociencias en pacientes con EP de la ciudad de Lima, ha demostrado según un modelo multivariado, que los pacientes con mayor tiempo del diagnóstico de EP, congelación de la marcha, inactividad física y peor rendimiento cognitivo tienen mayor riesgo de caídas.
Esto es importante, pues en la comunidad de la tercera edad son frecuentes las fracturas de cadera por una caída, pudiendo ser un paciente con síntomas iniciales o EP no diagnosticada. Además en los pacientes con EP ya diagnosticada, mantener la movilidad y las funciones cognitivas mediante estrategias de neuro-rehabilitación (que incluyen terapia física, terapia de marcha, terapia de lenguaje, terapia ocupacional y rehabilitación cognitiva) pueden evitar un peor pronóstico de la enfermedad.
Asimismo debe tenerse cuidado en los pacientes que tienen caídas a repetición, ya que podrían estar iniciando enfermedad de Parkinson, por lo que deberían de ser evaluados por un neurólogo para poder descartar el diagnóstico.