Las historias mejor contadas son las que no se pueden resumir con facilidad. “La anomalía” entra en esa categoría.
Su trama es inverosímil, pero el talento de Hervé Le Tellier la convierte en posible. Y eso es literatura: el autor te hace creer que, al pasar una tormenta, un avión con 243 pasajeros aterriza por segunda vez en Nueva York, después de que otro idéntico, con las mismas personas, haya llegado hace tres meses.
Esa duplicación, el enfrentamiento con el otro yo, es el punto argumental que se ha usado para hablar de la novela premiada con el Goncourt. Sin embargo, hay muchísimo más en el libro.
El escritor francés arma una serie de intrigas con romances, agentes especiales, tensiones internacionales, creencias, violencia social y metaliteratura. Mientras que el humor alivia el horror en momentos precisos.
“La anomalía” ahonda en la idea de que el universo, al ser regido por leyes matemáticas, puede haber sido simulado al mínimo detalle. “Creemos ser seres reales cuando no somos más que programas”, dice Arch Wesley, en el libro, al aplicar la hipótesis de Nick Bostrom para dar sentido a la aparición de un grupo duplicado.
La historia, entre thriller y ciencia ficción, cuestiona la realidad, sale de los bordes de la verosimilitud y propone una reflexión sobre la existencia: ¿existimos?
También, sin decirlo, refuerza la sensación de que la literatura es la anomalía que nos despierta del mundo algorítmico, programado por tendencias, inmóvil.