Eduardo Herrera: “Hemos permitido que la coima se institucionalice”

Para ganar casos en los juzgados, el abogado Eduardo Herrera Velarde tuvo que “comprar” los fallos con “apoyo” de policías, jueces y fiscales.

Hizo la fortuna que siempre soñó gracias a que sus clientes pagaban “lo que sea” para salir librados. Despilfarró el dinero en placeres mundanos hasta que perdió un caso. Lo irónico es que defendía a un inocente. Le ganaron con las mismas armas que él usaba y decidió retirarse, hundido en la depresión, pero años después tomó valor y volvió para cambiar de bando y luchar contra la corrupción.

Su historia la cuenta en el libro El cerebro corrupto (2019), editado bajo el sello Mitin de la editorial Estruendomudo.

¿Por qué decidió revelar cómo ganaba sus casos? 

Siempre quise hacerlo. La corrupción es un fenómeno que usualmente se trata con mucho pudor, como la droga, el sexo o cualquier otro vicio. Yo quise romper ese pudor para contar, desde mi experiencia, cómo funciona el sistema judicial. Además, se trata de dar un mensaje a los jóvenes y a cualquier persona que tenga la posibilidad de cambiarlo. Todos hemos cometido alguna conducta antiética o irregular, tenemos el derecho y el deber de reinventarnos. Esa es mi historia.

¿Por qué muchos abogados “compran” fallos para ganar juicios? 

Los abogados penalistas, no puedo decir la totalidad, tienen este tipo de prácticas por la propia situación de su profesión. Y esto viene incentivado muchas veces por el cliente. La corrupción no es el problema, sino la precariedad institucional del sistema de justicia. El cliente te dice “tengo un caso, ¿me aseguras que lo vas a ganar?”. Nadie debería estar en condiciones de asegurarlo, pero si tú le dices que no, busca a otro que lo haga. 

¿Cómo aseguras un fallo judicial si no es teniendo a alguien bajo tu orden? 

Comprando a alguien. Así funciona fatalmente el sistema y es lo que hay que cambiar. Si hubiera un sistema judicial predictible y seguro, los clientes no podrían exigir resultados. Eso es lo que lleva, y no es una justificación, a muchos abogados a emplear este tipo de recursos.

Usted dice en el libro que se sintió como un sicario a sueldo. ¿Tanto así?

Sí, te sientes contaminado por una porquería. Uno no estudia Derecho para esto. A mí me encanta el Derecho Penal, me parece una ciencia apasionante, más allá de algunas cosas conceptuales que hay que cambiar, pero cuando tú ganas por el argumento del dinero y no por una estrategia propia, ¿te conviertes en qué? Ahí se viene abajo tu estructura mental y de vida.

También asegura que la coima está institucionalizada en el sistema judicial. ¿Cómo hemos llegado a eso? 

Porque lo hemos tolerado, lo hemos permitido y hemos premiado la “eficiencia” en pos de la ética. Nuestra propia tolerancia ha hecho que esto sea moneda corriente.

¿Qué reflexión le ha dejado toda esta experiencia? 

Que el poder es efímero, porque el poder de comprar una voluntad, tener dinero, manejar destinos de personas, te hace creértela. Y eso pasa hoy en la institución pública. Algunos se creen dueños de los puestos, maltratan personas, disponen de contrataciones no transparentes. ¿Por qué crees que el peculado es el delito más cometido en la administración pública? Porque el funcionario cree que esa plata es suya.

¿Qué hay que hacer para que esto vaya cambiando? 

Primero, hay que saber que no tenemos un sistema eficiente, seguro y predictible. ¿Cómo inventamos un sistema así? Fácil. Simplemente creas un sistema paralelo que le haga competencia hasta que el sistema viejo y caduco muera por inanición, porque el otro le va a generar una mayor competencia. Y eso se puede hacer en el Estado mañana mismo. Ahora, en el plano ético, la labor es muchísimo más difícil porque pasa por olvidarnos de la norma legal. La ley no sirve para nada en este país. Hay leyes que no se cumplen porque se hacen con un criterio populista y efectista.

Perfil

Eduardo Herrera Velarde, abogado

Estudió Derecho Penal en la Universidad San Martín de Porres. Se retiró en 2015 de los litigios y ahora ofrece consultoría en ética y anticorrupción.