La reedición de “Este es mi cuerpo” (2018), luego de 23 años, volvió a poner los reflectores sobre el poeta y ahora médico psiquiatra Lizardo Cruzado.
En 1996, publicó dicho poemario, escrito entre los doce y diecinueve años, con una genialidad divertida, irreverente, que denominaron “realismo chistoso”.
Como una gran broma ante la solemnidad y la fama literaria (si es que eso existe), el joven autor no volvió a publicar y se hizo humo. Aunque ahora sabemos que siguió escribiendo.
Después de la resurrección de “Este es mi cuerpo”, apareció su segunda obra “No he de volver a escribir” (2019), título tomado de un verso de Luis Hernández: “No he de volver a escribir / Como lo hice / Cuando el corazón era joven”.
El poemario, dividido en tres “libros” (de los días, horas y años), tiene el estilo sardónico de su debut, pero con una mirada nostálgica de la infancia, los padres, el asombro de la juventud, el cuerpo, la poesía.
Toma los objetos más cotidianos (un refrigerador, un inodoro), que generan pudor en los más serios, y forma una belleza rara, un reflejo de sentimientos como la soledad y la tristeza.
No esconde lo mundano en el lenguaje: utiliza los versos para mostrar nuestras inmundicias y noblezas.
No dice que su padre no los abrazaba, sino que “nunca pudimos escuchar los latidos de su corazón”.
Desde la ironía hasta la reflexión más esencial, “No he de volver a escribir” es un poemario que te saca la lengua y brilla.