Fernando Ampuero: “Un libro requiere hacer ruido para darse a conocer”
Fernando Ampuero: “Un libro requiere hacer ruido para darse a conocer”

El proceso de escritura es una batalla solitaria. El escritor, después de superar la página en blanco, lucha por no sucumbir en la corrección perpetua y la posible indiferencia de una obra que, poco a poco, empieza a germinar en el inmenso bosque de publicaciones literarias. Esta inquietud une las historias de Edmundo de los Ríos y Xavier Ugarriza, envueltas en el fracaso literario, que son contadas por en su último libro: Lobos solitarios (Peisa, 2017).

Los lobos solitarios de su libro evocan dos historias de fracaso en el proceso de escritura. ¿Qué tan importante es el éxito (mediano o mayor) para el trabajo de un autor?

Para el autor desconocido, dos líneas que mencionen su obra en un periódico pueden ser muy alentadoras. Es un primer indicio de que tal vez alguien la lea y la tome en cuenta. Por ahí se empieza; y lo que sigue será una larga batalla. El éxito es un objetivo difícil de alcanzar y rara vez se logra desde el primer momento. Un escritor como Mario Vargas Llosa surge una vez a las cien mil. Entre tanto, hay montones de publicaciones que aparecen cada año y solo unos pocos, muy pocos, obtienen un cierto reconocimiento. Un libro requiere hacer algo de ruido para darse a conocer; necesita marketing. De cualquier modo, la ventaja de la promoción tampoco te garantiza nada. Hace cincuenta años, el lobo solitario de mi cuento, Edmundo, trajo a Lima un libro, Los juegos verdaderos, que había sido bien recibido en el extranjero, y aquí, salvo una par de notitas peregrinas, cayó en la indiferencia.

Y eso que Edmundo tuvo el aval de Juan Rulfo en su primer libro, que “lo situaba a un paso del olimpo”, como se dice en su libro...

Así es. Pero, ¿no le parece increíble? No le importó a nadie. Ese primer libro apareció en 1968, año con eco de guerrillas y golpe de Estado en el Perú. No sé si tales factores influyeron en contra. Lo cierto es que los críticos literarios de entonces estaban distraídos en otros asuntos y se les escapó la paloma.

¿Cómo ha sido su experiencia en ese sentido?

Yo tuve suerte. Un crítico alemán que por entonces venía a Lima, Wolfgang Luchting, leyó mis primeros cuentos y escribió una nota de una página en un suplemento cultural. Luego llegaron otras notas. Esto fue rarísimo, porque yo tenía veinte años y no conocía a nadie en los diarios y a casi nadie en el ambiente literario.

¿Edmundo tal vez debió abandonar la obra que corregía desde hace 30 años y pasar a otro proyecto?

Abandonarla no. Tal vez debió darse un descanso y pasar a otros proyectos paralelos, a otras novelas, para luego volver con renovados bríos a esa obra que no le salía. Pero no lo hizo. Estaba obsesionado con cuajar una gran segunda novela.

Recuerdo una anécdota de Jorge Luis Borges durante unas charlas en la Universidad de Columbia. Citaba a Alfonso Reyes, quien decía que la publicación de un libro evitaba que el escritor siga corrigiéndolo hasta la eternidad...

Algunos escritores han declarado que entregan sus libros a la imprenta porque están agotados, cansados, hartos. Deciden publicar para no enloquecer. Esto es lo habitual, creo yo. Uno debe corregir los textos, pero no demasiado, porque se corre el riesgo de que pierdan frescura, espontaneidad.

¿Cuánto corrige usted sus textos?

No más de lo necesario. Corrijo con cuidado, eso sí, y luego dejo enfriar el texto un par de meses para acometer la última corrección.

¿En ese momento cree que ya están para publicarse?

Todavía no. Falta darlos a leer a algunos buenos lectores amigos, de preferencia que no sean literatos. Yo escribo para el lector cultivado.

¿Alguna vez buscó hacer la novela total?

unca. Siempre me he considerado un autor de cuentos y novelas cortas, que son los géneros que más me interesan, aunque, bueno, una vez me embarqué en una novela de cuatrocientas páginas. Mira, yo no creo que una obra de más envergadura sea necesariamente más importante y perdurable que otra de pocas páginas. A mi juicio, “La dama del perrito”, de Chejov, resulta tan valiosa como la más buena y copiosa novela rusa. Además, el cuentista hace novela a su manera. Los cuentos compilados de Chejov o de Raymond Carver, por ejemplo, componen un gran mosaico.

¿Ha llegado a sentirse desesperado ante uno de los libros que escribía?

Muchas veces. Escribir no es tarea fácil. Hay que esmerarse mucho para que el lector se imagine que todo se debe a un don de inspiración, como si el texto que le entregamos al lector no nos hubiera costado trabajo.

PERFIL

Fernando Ampuero

Escritor y Periodista

Cuentista, novelista y dramaturgo. Publicó los libros Caramelo verde (1992), Malos modales (1994), Loreto (2014), entre otros.

CIFRAS

68 años cumplirá este mes el escritor Fernando Ampuero.

29 soles es el precio de Lobos solitarios (Peisa) en librerías.