“El jardín en el desierto” (Cocodrilo Ediciones), la sexta novela de la escritora, crítica literaria y poeta Grecia Cáceres, es su contundente reafirmación por un género literario que llegó a su vida tras su debut en la poesía. “Yo publiqué mi primer poemario en el 92 y mi primera novela sale en el 98. Yo pensaba ser solamente poeta, fue mi primera vocación, pero la novela hizo una irrupción en mi vida, después de que me fui a vivir a Francia. Allá me vino esa necesidad, ese impulso de contar de una manera más narrativa el Perú, pero para mí la poesía es esencial, por eso siempre tengo un trabajo de lenguaje de la novela que podría ser un poco poético”, cuenta Cáceres. En “El jardín en el desierto”, la autora peruana cuenta la historia de Leonor, nacida en María Elena, un pueblo en medio de la nada en el desierto de Atacama, que aparece a causa de la explotación del salitre en la segunda década del siglo XX. Tras la muerte de sus padres, Leonor emprende una travesía que la lleva al autodescubrimiento.
“El jardín en el desierto” es una novela de aprendizaje. Sí, claro, es una novela que entra dentro del canon de la novela de aprendizaje y en la que nos encontraremos con Leonor frente al amor, sus deseos y de cómo se relaciona con las demás personas. Todo ese aprendizaje durará pues unos 10, 15 años, que la llevará hacia una adultez, pero ese recorrido tiene sus peripecias y pasa en un lugar muy particular.
¿Con los años, con el oficio, has cambiado tu proceso creativo, lo vas afinando? Yo empecé a escribir novela después de escribir poesía, y por ejemplo, recuerdo muy bien que en mi primera novela evité todo lo que fueran diálogos, no me sentía cómoda. No creo que haya una evolución, en el sentido de un mejoramiento ,dentro de un perfeccionamiento, es de experiencia, diría yo.
¿Cada novela tiene su propio proceso? Tengo la convicción de que encontrar la forma, es ya encontrar un avance con una novela. La forma que corresponde a esta temática o a lo que uno quiere tratar, cada novela es distinta porque trata de cosas distintas, y necesita una estructura distinta, una forma diferente. Por ejemplo, esta última novela que tiene muchos personajes también tiene que responder a la estructura que debe de responder, a lo que yo esperaba.
¿Consideras que aún pesa eso de etiquetar a las novelas escritas por mujeres como literatura femenina?
Tengo una composición muy personal en ese sentido porque, bueno, la literatura hecha por mujeres es una fórmula muy neutra, que también tiene una literatura escrita por hombres. Es verdad que la persona que crea el texto tiene una experiencia vital, y un posicionamiento en el mundo masculino, femenino, u otro, pero eso determina su escritura, pero es lo único. Yo pienso como Borges que dijo: ‘el autor no importa, importa el texto’. Yo me acerco al texto, lo que piense el autor, y su experiencia vital a veces es muy relativa.
Hay novelas muy exitosas de autores que solo recrean su vida sin apelar a la ficción. Yo me alejo lo más que puedo de la experiencia única y personal, pienso que en la elaboración de la literatura, la ficción está hecha para tomar distancia justamente de lo que es tu vida. No me interesa contar mi vida, ni mis percepciones directas, ni mi pensamiento directo, es a través de la trama, a través de los personajes, a través de lo que fabrico, que en el fondo se puede entender, quizá, lo que yo piense, pero no es mi intención, y no me interesa. Soy muy clásica en ese sentido en la novela, en la literatura de la ficción, su poder liberador es justamente separarnos de una experiencia primera individual.