La cabeza de un lobo adulto gigante que vivió en el Pleistoceno hace más de 30 mil años, fue encontrada en Siberia. Se trata del antepasado de los caninos de la Edad de Hielo.
Este hallazgo sucedió el año pasado en la región de Yakutia, en el río Tirekhtyakh, por buscadores locales de colmillos de mamut, que en vez de ello, encontraron la cabeza del lobo, y entregaron a Albert Protopopov, jefe del departamento de estudios sobre mamuts en la academia de ciencias de la misma región.
La cabeza tiene 40 cm de largo y es mucho más grande que la de un lobo actual, que mide entre 23 y 28 cm. También contaba con colmillos más grandes y potentes que los de sus pares actuales y se cree que podía cazar animales enormes como bisontes y caballos.
De acuerdo a BBC, Protopopov no sabía cuál era la antigüedad de los restos, así que contactó a expertos en Suecia. Y fue David Stanton, investigador en paleogenética evolutiva del Museo de Historia Natural de Ciencias de Suecia, quien determinó la edad de la cabeza hallada en Siberia.
"Hicimos datación por radiocarbono de un trozo de tejido con una compañía estadounidense llamada Beta Analytic. La antigüedad que determinamos fue de entre 32.560 años y 31.480 años (con un 95% de certeza). Otro equipo independiente llegó al valor de 32.705 a 31.690 años. Así que podemos decir con confianza que el espécimen tiene una antigüedad de 32.000 años, con un margen de error no mayor de 500 años", explicó Stanton.
Protopopov también colaboró con la escuela de medicina de la Universidad Jikei en Tokio, donde se realizó una tomografía computarizada de la cabeza para revelar los detalles de los tejidos.
"El siguiente paso es intentar extraer ADN de los restos del lobo. La dificultad es que el ADN en especímenes tan antiguos suele estar dañado. "Intentamos extraer ADN sin mucho éxito de la piel así que ahora intentaremos extraerlo de los dientes. Si logramos ADN de buena calidad intentaremos secuenciar el genoma del lobo, y esto nos permitirá buscar responder diferentes preguntas", explicó Stanton.
La cabeza ayudaría a entender el pasado evolutivo de especies como los perros y los lobos actuales, que según se cree se separaron de un ancestro común hace al menos 27 mil años.