Jorge Eslava: "Si tengo espíritu positivo, se debe a los jóvenes"
Jorge Eslava: "Si tengo espíritu positivo, se debe a los jóvenes"

Desde niño su vida ha estado marcada por la literatura. Intentó primero ser economista, luego sociólogo, pero terminó por dedicarse a las letras, pasión que ahora combina con la docencia universitaria.

Jorge Eslava, escritor peruano que ha sido reconocido a nivel nacional e internacional por sus trabajos en poesía y literatura infantil, nos presenta su última creación, El escritor que se equibocava, un libro de cuentos para niños que narra la historia de un autor que cambia su aburrida forma de inspirarse cuando decide hacerse amigo de los más pequeños del barrio.

¿Cómo nace este libro?

Hace algunos años, los del Teatro La Plaza me pidieron que escribiera un cuento para una obra teatral. Yo lo escribí y lo tuve guardado durante varios años. Pensaba ampliarlo ligeramente, pero me sobrepasé, porque una vez que me metí en la historia, que tiene raíces autobiográficas, eso se puede leer en el texto final, que es bastante confesional, el cuento empezó a crecer y terminó convirtiéndose en un relato largo o en una nouvelle.

¿Cuán difícil ha sido para usted dedicarse a la literatura infantil?

Si procuro verlo de manera objetiva, efectivamente, no es fácil. Y como lector advierto que hay mucha literatura infantil que se publica con algunas deficiencias. Creo que el adjetivo "infantil", que se adosa a literatura, supone que antes de ser "literatura infantil" es literatura. Yo provengo de las canteras de la literatura, yo he estudiado toda mi vida literatura, he hecho literatura para adultos, empecé publicando poesía, y lo que me acercó a la literatura infantil ha sido la docencia y el vínculo que he tenido con mis hijos. Yo creo que soy un profesor cercano a los alumnos, un profesor humanista, apasionado por el cine, la música, el deporte, un profesor que escapa de los límites del curso, que escucha de los alumnos sus conocimientos en moda o música. Yo aprendo mucho de ellos. Si tengo algún espíritu positivo u optimista, se debe a los jóvenes. Entonces, no me ha resultado difícil escribir historias para niños.

Le apasiona bastante el tema de la pedagogía...

Yo creo que ahora es lo que más me apasiona, pero vinculado a la literatura. Soy un gran lector de literatura, soy una especie de efervescencia cultural humanística, entonces, cuando me siento a escribir, no puedo descomponer mi ser en compartimentos para hacer un texto literario; creo un conocimiento más universal y procuro que ese sea el organismo que se pare frente a mis alumnos, un adulto apasionado, no calcino, no aburrido de su vida. En gran medida, eso es lo que ocurre con el personaje del cuento.

¿Cuáles son las deficiencias que usted encuentra en nuestra literatura infantil?

Hay una confusión. Cuando uno hace literatura infantil, lo que está haciendo es literatura, y la literatura, si bien enseña de una manera sutil, como lo hace el cine o el teatro, no es un manual de colegio. Yo he crecido con la certeza de que el arte en general es transgresión. Una de las maneras de definir la literatura es justamente la desviación de la norma. La literatura tiene que sugerir mucho, tiene que hacer participar al lector. Creo que no funciona un texto literario cuando se establece la relación de educador-educando. Tiene que haber una complicidad entre el narrador y el lector, y quien maneja los hilos del narrador es el autor.

¿Cuáles son sus proyectos literarios?

Hay dos libros que van a aparecer este año también, pero también tengo anotaciones de una novela que voy escribir en estas vacaciones, una novela adolescente sobre el tema femenino, me voy a meter en el cuerpo de una púber. La novela va a empezar con su primera regla. Además, es una niña que ha perdido a su madre, que empieza a manifestar los primeros problemas sicológicos, serios, porque uno empieza a individualizarse. Me espera un trabajo bastante espinoso, que voy a tratar de hacerlo con el mayor respeto y delicadeza posibles.