El escritor Jorge Valenzuela viene estudiando la obra de Mario Vargas Llosa desde hace más de 10 años. Ingresó al universo literario del Premio Nobel de Literatura 2010 cuando era adolescente y luego en la universidad profundizó sus lecturas sobre el novelista peruano. Ahora ha publicado La ficción y la libertad. Cuatro ensayos sobre la poética de la ficción de Mario Vargas Llosa (Cuerpo de la Metáfora Editores y Cátedra Vargas Llosa, 2018), una investigación donde analiza las distintas ideas de Vargas Llosa sobre la ficción.
¿Por qué decidió estudiar al Nobel peruano?
Vargas Llosa es un escritor muy completo, que no solo escribe ficción sino que reflexiona sobre ella. Es un modelo de escritor que tiende a hacer un trabajo total, que busca integrar las diversas facetas de la creación del arte de la literatura. Además, si nos apartamos un poco del lado estético, Vargas Llosa también interviene en la política permanentemente. Es un escritor que no solo atiende a lo puramente literario, sino que se preocupa por el papel del escritor en la sociedad. Para mí, vale la pena estudiarlo. Él no es un escritor que aísla lo estético de lo político, o lo político de lo estético, sino que mantiene siempre una vinculación entre ambos campos.
¿Por qué, para Vargas Llosa, sin la ficción no existiría la libertad?
La ficción es un mecanismo que nos permite ampliar nuestro conocimiento del mundo a partir de la experiencia de lo posible. En ese sentido, Vargas Llosa vincula lo posible con la libertad. Sin la idea de lo posible, no podríamos nosotros ampliar nuestro conocimiento del mundo ni de lo que conocemos como libertad. Él viene a decir que somos libres gracias a la ficción. En realidad, lo que está diciendo es que somos libres gracias a la imaginación y la fantasía.
¿Vargas Llosa siempre mantuvo su defensa del escritor frente al poder?
Yo creo que sí. En eso Vargas Llosa ha sido absolutamente coherente. Desde los años 60, cuando él estaba muy cerca del socialismo, se dieron sus primeras críticas respecto del lugar del escritor en estos sistemas. Fue muy tajante al condenar cualquier tipo de intento de los gobiernos de censurar, reprimir, oscurecer, acallar la voz del escritor. Vargas Llosa, en el fondo, siempre ha sido un liberal, en la medida en que situaba al individuo en el centro de los intereses políticos y no al Estado. Entonces, creo que el abandono del horizonte socialista, que Vargas Llosa hace a principios de los años 70, ya resulta siendo casi natural con respecto a las condenas que él venía realizando en medio de la fiesta que implicaba el triunfo de la Revolución Cubana.
¿Así como en el teatro, al hacerse actor, Vargas Llosa intentó ser presidente para vivir la historia desde adentro como personaje?
Ser presidente también es ser otro diferente a lo que uno es y asumir un rol. Si lo vemos desde ese lado, sí, podría ser. Es como jugar a ser otro, pero curiosamente otro con poder. Es como si él en plano de lo real hubiese tratado de llegar también a adquirir el papel de presidente. Todo lo que hay detrás de eso no es tan ficcional, porque hay una idea de la reforma, del liberalismo, un programa político, una intención de hacer que el Perú cambie, lo que no está en el papel de un actor, que tiene muy limitadas condiciones respecto al papel que tiene que cumplir sobre la base de un texto previo. En cuanto a asumir la condición de actor, que además asume el papel de narrador en las piezas teatrales, lo que está haciendo es acercarse lo más que puede a esa condición de ser un objeto o de pertenecer al universo propio de la ficción. Eso muestra que su exploración personal en el universo de la ficción es total, no tiene límites, siempre está tratando de vivir esa experiencia.
En el Perú lo hizo Adolph y Lorca en España. ¿Y en Latinoamérica hubo otros?
Habría que revisar, pero son pocos. Lorca dirigía y actuaba en algunos papeles. Sería un motivo de investigación. Lo que hay detrás es la idea de vivir la ficción en toda su plenitud porque, como dice Vargas Llosa, después de su experiencia de actor llegó a la conclusión de que no es la novela sino el teatro el género que derrumba, de una manera mucho más eficiente, los obstáculos que pueden haber en esta distancia entre realidad y ficción. Se vive en el teatro esta ilusión de una manera absoluta.