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cumpliría 89 años el próximo 31 de agosto. Su único hijo, Julio Ramón Ribeyro Cordero, recordó al escritor y adelantó una novedad que, asegura, se dará “sí o sí” el próximo año como homenaje por el 25° aniversario de la muerte del autor.

Son 24 años desde su partida. ¿Cree que su padre ha resistido el tiempo?

La gente no lo lee. A mí eso me desespera. Mi padre es más conocido como imagen, como ícono de la literatura peruana. Así como Janis Joplin; la gente adora al ícono, pero ni siquiera escuchan su música. La gente no lo compra o no sabe que está ahí.

¿Cuál es la realidad?

En dos años de publicaciones se han vendido 1500 ejemplares de Crónica de San Gabriel, 800 de Los geniecillos dominicales. Del resto no sé qué decir.

¿No influye que se hayan reeditado en editoriales pequeñas?

A mí me interesó dar los derechos de las obras menores, como Los geniecillos dominicales y Crónica de San Gabriel, a gente que tenía mucho empeño y un poco del espíritu de mi padre, a contracorriente. Pero no ha resultado mucho.

¿El sello Seix Barral no ha mostrado interés por esos libros? 

El próximo año se renueva el contrato con Seix Barral. Ya veremos lo que hacemos.

En el 2019 también se conmemoran los 25 años del Premio de Literatura Juan Rulfo que recibió su padre. ¿Han pensado en algún homenaje? 

Yo tengo un proyecto que me gusta mucho: un libro inédito de dibujos con textos que hizo y que me gustaría que se publique en la fecha del aniversario de los 25 años de su muerte. Ya tenemos gente que está interesada. No me gusta hablar de los proyectos que no están concretados, pero en este caso me atrevo a hablar de él porque creo que se va a hacer sí o sí.

¿Dibujos?

Es un libro muy interesante, con caricaturas, acuarelas, dibujos. Mi padre era muy buen dibujante, dibujando tiene el mismo espíritu que escribiendo. Es muy interesante. Y me encantaría publicarlo porque es una faceta diferente.

¿Los textos son inéditos?

Inéditos y otros ya publicados.

¿Eso confirma un poco la teoría de los inéditos? 

Hay muchísimas hojas sueltas. No sé si hablamos de decenas o de centenas o de miles. Pero hay muchísimas. De textos, de cartas, de ideas, de momentos, de pensamientos, de lo que se le daba la gana.

Pero eso... ¿cómo lo publicas? No lo sabemos muy bien. Son partes del diario, prosas. No hay un género para eso. Habría que encontrar algo que pueda juntarlos. Es como La caza sutil. Esos textos no tienen un género.

¿Y cuentos? 

Jorge Coaguila dice que hay cinco cuentos en el ordenador, que está guardado en un sitio. Cuando lo abramos con un especialista, veremos si es cierto. Esos cuentos, en teoría, serían una extensión del personaje de Luder. Él es el único que dice que existen. No lo sabemos todavía hasta que abramos la memoria del ordenador.

¿Y usted qué cree?

Francamente no creo mucho en eso. Mi padre compartía lo que escribía, y yo pienso que lo hubiera mencionado antes. Pero si existiesen siete cuentos, o cinco o cuatro, en algún lugar, sería fabuloso. La cosa es ¿están terminados?

“Surf”, el último cuento, ¿qué le parece? 

Yo creo que es una coincidencia que se despida con “Surf”. O sea, no sabe que se despide. Mi padre cuando escribe “Surf” no sabe que se va a morir. Es el cuento más autobiográfico, y es también una despedida muy artística. Se desaparece en el mar. ¿Es un suicidio?, ¿qué es?, ¿es una entrega a su arte?, ¿una despedida? A mí siempre me toca.

¿Recuerda algún texto inédito?

Hace tres años descubrí una carta que me escribió antes de morir, pero que no me mandó. Es una carta sobre la frustración del artista. La escribió hace veinte años, y es impactante porque es su voz. De esos textos hay muchos.

¿Cómo era Ribeyro como padre?

Si tengo que decir algo crítico, no había el padre autoritario en él, había solo el padre intelectual. Es genial, pero al mismo tiempo te puede confundir. Algunas veces necesitas a un padre que te diga las cosas son así, pero él nunca hacía eso. Es genial tener a una persona al lado que te estimula así.