Antes de la presentación de su libro El hereje, programada para hoy a las 8 p.m. en la Feria del Libro de San Borja, el escritor Luis Fernando Cueto conversó con Correo sobre su incursión en el cuento, el mundo editorial local y la actitud de los nuevos narradores peruanos.
¿Qué tipo de historias cuenta su libro El hereje?
Son historias ambientadas en distintas épocas, lugares y tratan sobre diferentes temas. No hay conexión entre ellas. Hablan de la muerte, el amor, lo absurdo que pasa en la vida de los seres humanos y las ideas, dogmas que imponen a la gente y que, en vez de arreglarnos la vida, nos la complican más. Yo estaba escribiendo novelas en los últimos años, nunca había escrito cuentos. Ha sido muy difícil porque es otro tipo de registro. En los cuentos, las historias no se acaban cuando se cierra el libro. Hay que provocar otras sensaciones en el lector.
¿En qué género se siente más cómodo?
Ahora le estoy agarrando el gusto a los cuentos. Pero yo escribo novelas, que son mis proyectos largos, y siempre hago poesía. También trabajo ensayos. Mi gran ambición es hacer una gran obra de poesía. Los editores me conocen como narrador y casi no tienen interés en mi poesía. Creo que este año me animaré a publicar un poemario.
¿La poesía es marginada por su poca rentabilidad?
Claro. Es muy difícil que las editoriales se animen a publicar porque no van a recuperar su dinero. En un país como el Perú, con más de 30 millones de habitantes, alguien publica poesía, no más de 500 libros, y se pasa como cinco años intentando venderlos y siempre le resultan sobrando. Es muy difícil. El único que vende poesía acá es Vallejo.
¿Cómo ve el panorama literario del país?
El Perú tiene muy buena salud en literatura. Lo que pasa es que todos creen que al venir a Lima se harán mejores escritores, y eso es un tremendo error. Lima no es el Perú, nunca lo ha sido. No es ni siquiera el remedo del país. Una persona, si quiere escribir desde el Perú, no necesita irse a Lima. Al contrario, el Perú es más grande, vasto y rico de lo que hay en Lima. Las historias están por otras partes. Pero uno es libre de escribir donde quiera y de los temas que escoja. Para mí, hay una pequeña lucha por un mercado editorial que es chiquito y casi no existe. La gente está en una querella entre provincianos y limeños. Las fronteras no existen, están solo en la mente. Es casi una vergüenza que se edite un tiraje de 500 y mil libros. Estamos tocando fondo en lectoría y nos peleamos inútilmente. Es cuestión de pasar esa triste rencilla y dedicarse a lo que importa: hacer obras de envergadura, sobresalir por lo que uno escribe y no por las poses.
Tal vez la calidad ha disminuido y hay más marketing...
Claro, ahora nadie se anima a escribir obras de largo aliento, porque bastan dos o tres tonterías que hagas y te publican. Las editoriales lógicamente buscan su rentabilidad. No les interesa un pepino el lector. Ni siquiera les interesa el autor. Y pueden poner en vitrina a cualquier monstruito por ahí con tal que les dé dinero. Pero un escritor, un creador verdadero, está por encima de eso. Uno no escribe para salir en las portadas ni en los diarios ni para ser famoso, sino para ser popular: estar en los afectos del pueblo. Si un escritor se cree tan conocido, que vaya al interior del país. No lo conoce nadie, tampoco cuando sale del Perú. Solo en Lima y su círculo de amigos, que no debe pasar de veinte. Se está haciendo un espejismo, una ficción. Se están creando falsos reyezuelos que no tienen ningún reino.
¿Qué le diría a los jóvenes escritores?
Los jóvenes tienen el derecho y la obligación de cuestionarlo todo. Que no crean en cánones, críticos y dogmas. Que se arriesguen a hacer lo que tienen en mente. Que apuesten por las innovaciones. Y que le den vuelta a todo. Ese es el derecho de los jóvenes. Que sepan que no hay temas prohibidos ni privilegiados. Que ellos están en la libertad de escribir de lo que quieran, a condición de que lo hagan bien. Ahora se habla de que no se debe escribir sobre la violencia, la autoficción, detectives, sobre nada de lo que uno quiera, y eso es una gran tontería. Los jóvenes deben trazar su propio camino. Que no le hagan caso a los viejos que ya tuvieron su tiempo y no hicieron nada bueno.