Después de morir y permanecer almacenado un tiempo en internet, Ramiro es “quemado” en el cuerpo de una señora. Mientras se va acostumbrando a su nuevo organismo, como si hubiera renacido, presencia cómo su hijo vive sus últimos días, sin querer sobrevivir en “flotación” como lo decidió él.
Este es un pedazo de futuro que plantea el escritor argentino Martín Felipe Castagnet en Los cuerpos del verano (Pesopluma, 2018), una novela de ciencia ficción que explora la relación de la tecnología con la vida y la muerte, en una realidad donde los cuerpos son mercancía, los cementerios ya no existen, y las identidades culturales y sexuales se confunden en ese mundo heteróclito, que podría ser el nuestro en menos tiempo de lo que pensamos.
La historia de tu novela se parece a capítulos de Black Mirror...
Cuando escribí la novela, en 2011, aún no se había estrenado Black Mirror en Argentina, y no lo hizo hasta bastante después de la publicación. Había aparecido la primera temporada, pero solo en Inglaterra: faltaba mucho tiempo para que empezara a popularizarse.
Por ejemplo, el capítulo “San Junípero” salió en 2016, hace tres años...
Exactamente. Incluso, el primer capítulo de la segunda temporada, en el que recrean de modo artificial la conciencia de un muerto en un cuerpo artificial, se emitió después de la publicación de mi novela. Entonces, no fue algo que me influenció, pero sí me puedo dar el gusto de decir: me anticipé a Black Mirror (risas).
¿Cuáles fueron tus influencias?
La influencia fue doble. Ahora hay muchos libros que recrean la sensación de estar en internet o hablan de los dispositivos, las redes sociales, pero en ese momento yo no encontraba eso. Y, por otro lado, el dolor del cuerpo. Cuando trabajaba en el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires descubrí que el cuerpo me dolía más, porque pasaba mucho tiempo en la computadora: había una experiencia física detrás de utilizar internet. Me dije qué bueno sería estar en internet sin que me duela el cuello por leer torcido. Entonces pensé que así como insertamos información en la computadora, también podemos invertir el proceso: extraer información de la computadora hacia nuevos dispositivos y qué pasaría si un dispositivo fuera el cuerpo. Así surgió esa posibilidad de reutilizar los cuerpos como parte del flujo de información.
¿La tecnología puede cambiar nuestras percepciones sobre la identidad y la sexualidad?
No creo que la tecnología cambie nuestras percepciones, sino que la utilización del método científico, para alcanzar estas tecnologías, demuestra que es posible ver a la sociedad como algo que se construye y no como algo que está dado. Yo lo represento de manera ficcional a partir de estos cuerpos en que uno puede construir una nueva identidad. Y eso lo podemos aplicar en la construcción de los géneros y de la sexualidad. No es algo plenamente natural. Antes se llamaba natural a muchas cosas que en realidad no lo eran y entonces el siguiente paso es discutir qué se considera humano, cuáles son nuestros patrones sociales. Por ejemplo, pensando en mi novela, cómo se construye una familia, qué es lo que da origen a una familia.
¿En qué contexto social la escribiste?
Fue cuando se debatió y se votó positivamente, por suerte, el matrimonio igualitario, homosexual, en Argentina. Ese fue el germen social de mi novela y también la posterior ley de género. La idea de que uno puede no solo construir su propia identidad, sino que a veces las instituciones están desfasadas con respecto a lo que hacen las personas. Siempre hay círculos de poder que intentan establecer que las familias, la humanidad, las personas, deben ser de una única manera. Y lo que desarrollo en mi novela, no de una manera alegórica, sino de una manera más compleja, contradictoria, es cómo gracias a estos dispositivos que creé es posible construir nuevas sociedades.
¿Cómo ha sido la exploración del tema de la muerte en tu novela?
Cuando desarrollé la lógica de la novela, decidí que la muerte era inevitable. Es algo que se destaca en la novela. Estos avances tecnológicos, que describo de manera ficcional, no reemplazan la muerte, sino que extienden los procesos de vida. Pensé en la relación entre la vida y las máquinas, pero no como una manera de anular la muerte, sino de repensarla. La filosofía cristiana de nuestros países latinoamericanos, en general, tiene una idea de la muerte bastante siniestra: esta vida es un valle de lágrimas para una vida eterna espiritual. No debería verse así, sino desde otra perspectiva, ligada a la inevitabilidad, como parte de un proceso positivo. Entonces, escribir una novela, que reflexiona sobre estas nociones a partir de los dispositivos y la posibilidad de una vida en internet, sirve para discutir la noción que tenemos de la muerte en nuestra propia vida.