“Barranco City Mon Amour” tiene la atmósfera sentimental de las películas de Wong Kar-wai, el soundtrack de Sumo, el espíritu fragmentario de la segunda parte de “Los detectives salvajes”, la bohemia barranquina de inicios de los 2000 y el desencuentro emocional de un generación que sobrevivió y creció tras la década de los 80.
Pedro Casusol utiliza el estilo coral para reconstruir, desde varias voces, un distrito que ya no es más el lugar por donde paseaba Martín Adán.
Esa transformación ebulle desde las experiencias personales, colectivas, ante una modernidad que convierte el pasado en un local cerrado.
Como El Juano, el famoso bar ficcionalizado, que es el solenoide de todas las historias de la novela, el grupo de protagonistas se va desintegrando hasta convertirse en recuerdos.
La memoria es la gran protagonista del libro. El Flaco, una de las voces de la historia, quiere escribir sobre Barranco, sin mayores intenciones que lo literario, pero hay algo más: es una forma de aferrarse a los restos que deja el crecer.
Por eso, la narración se apoya de la música, el cine (“Chungking Express”, “Fallen Angels”, “Happy Together”), los excesos -con sus exploraciones sexuales y alucinógenas (tan beatnik)-, la estela del poeta Claudio Baschuk, que le da título al libro. La soledad y el amor.
“Barranco City Mon Amour”, de esta manera, recoge los pedazos de una inevitable destrucción y los convierte en vida.