“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Con esta célebre afirmación, el extraordinario Gabriel García Márquez nos introduce en las páginas de su libro autobiográfico Vivir para contarla.
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Y justamente aquí radica el valor del lenguaje y, específicamente, el mérito de un libro. Las anécdotas inolvidables, los momentos maravillosos y “la resaca de todo lo sufrido” cobra vida y trasciende cuando se cuenta o escribe.
Playa Paraíso
Y eso es lo que ha hecho Bernardo Alva Pérez en su libro PLAYA PARAÍSO. A través de los quince relatos que lo conforman nos comparte la vida de sus congéneres y nos envuelve en sus propias olas y en sus propias evocaciones. Podría decir, entonces, que ha logrado materializar las palabras de García Márquez.
Estos relatos traducen emocionantes experiencias que nos ayudan a comprender el valor de la vida cotidiana. Gracias a finas pinceladas, Bernardo Alva logra que el mar se erija como escenario de vitalidad ante los ojos del lector y se transforme en el Dios que da vida a todo lo que existe: niños desenvueltos, curtidos pescadores, osados surfistas, originales actividades comunitarias, sorprendentes historias, expectante turismo, etc.
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El fluir de la vida
En PLAYA PARAÍSO, la vida fluye incesantemente. Cada historia, cada peligro, cada personaje adquiere presencia y vitalidad en las palabras… Es como si la arena del mar y el balneario y sus habitantes se movilizaran al compás de las olas, de los pensamientos y de las energías extraterrenales.
Como el mismo autor lo testifica, estos cuentos “se nutrieron de evocaciones y de sueños”. “Por sus párrafos caminan habitantes del verano…”. El mismo Bernardo manifiesta que “ha mantenido, en su trayectoria de vida, un estrecho vínculo con las poblaciones contiguas al mar, relación que le ha permitido recrear historias que permanecieron casi inéditas” (hasta ahora).
Este es, pues, un libro de historias intensas de encuentros y desencuentros con el mar, pero también de comunión con la naturaleza, de respeto y de aprendizaje a todo lo que ella representa. En estos relatos, el lector se sentirá embargado por las circunstancias de sus personajes, pero también saldrá enriquecido con las experiencias de estos y con las semillas culturales que, consciente o inconscientemente, nos va dejando su autor.
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Distintos tipos de narrador
Adicionalmente a las historias, existe un factor importante en la construcción de estas. En el libro se alternan o conjugan los tipos de narrador. En unas, un narrador protagonista nos comparte experiencias de su adolescencia o aventuras vividas con los amigos, casi todas referidas a sus encuentros con el mar, con las olas y con sus riesgos. En otras, el narrador testigo nos lleva de la mano por los peligros del mar o nos arrastra emocionalmente en las vicisitudes de sus personajes, como espectando una trepidante película. Y, en otras, el narrador omnisciente también nos pone en el pellejo del ser humano que lucha por su vida, que evalúa la situación y que toma decisiones, y nos hace experimentar la bocanada de oxígeno que nos devuelve a la vida.
“La barca varada”, por ejemplo, es un relato en el que el narrador nos conduce alegremente por las arenas del mar (en medio del grupo alborozado de amigos que patean una pelota) y que, inesperadamente, nos suelta en el desierto de la incertidumbre.
También encontramos historias fantásticas y edificantes como “Los guardianes de la niebla”. Aquí, el narrador omnisciente nos hace vivir la peripecia del protagonista, pero también nos contagia de su esperanza y nos permite acompañarlo hasta la orilla del mar.
Otros valiosos ejemplos los encontramos cuando el narrador testigo nos envuelve en coincidencias alucinantes como el de haber compartido experiencias cercanas con alguien que “quiso dejar su cuerpo acostado en el acantilado para liberar su alma y perseguir esferas celestiales” (“Viaje místico”). En otros relatos, este mismo narrador nos traslada por los caminos de lo extraterrenal y místico (“El ángel de la guarda”) o nos lleva por los caminos de la perdición y luego nos redime con la vida, el amor y la paz (”¡Yes, Captain!).
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Cuidadosa edición
No quiero finalizar este comentario si dejar de mencionar la valía del diseño y de las ilustraciones incluidas. Martha Alva Arce ha realizado un meritorio trabajo. Yo diría que, si bien las ilustraciones anticipan el contenido de las historias, estas (las ilustraciones) valen por sí mismas, en tanto construyen en las pupilas y en las mentes de los lectores sus propios sentidos y sentires.
Tampoco quiero dejar de resaltar el epígrafe con el que inicia el libro y el epílogo con el que se cierra. Con respecto al primero, considero una sabia decisión incluir un verso del poeta Bethoven Medina: “Se cansó de estar dormida / y salió a inundar la arena”. Y con respecto al epílogo, no hay mejor conexión con la vida que la comunión con la naturaleza, pues “todos calamos alguna vez en una playa legendaria, adonde regresan por las tardes nuestras risas, rodando con la espuma y el viento”.