Es conocida la historia de lo que generó “Los inocentes”, de Oswaldo Reynoso, cuando apareció en 1961, hace 60 años: el repudio de críticos, el alentador comentario de José María Arguedas y la premonición del poeta Martín Adán.
Las reacciones más airadas se enfocaban en el tema: la collera (barrio, mancha, batería, llámenlo como quieran) de unos adolescentes de Barrios Altos, con sus jergas, placeres ocultos, violencias. No entendían cómo se podía llevar este mundo a la literatura.
Las obras “polémicas” por su temática suelen envejecer deprisa. El mundo cambia. Lo novedoso en un par de años es obsoleto; lo rebelde, algo conservador.
Pero “Los inocentes” no se apolilla. Tiene el alma de la juventud, la poesía de lo cotidiano, la esencia de lo conmovedor y lo terrible. Esto se consigue con lenguaje, un estilo que capta los colores del mundo.
La prosa de Reynoso mantiene la cadencia de la calle. Aunque el habla y la música cambian, queda el tono, las palpitaciones de los muchachos que hallan una hermandad en medio de las ruinas.
El libro no es un elogio ciego a esta realidad, sino una mirada desde las grietas, con sus matices, lejos de la fácil visión binaria de la sexualidad, la sociedad y la vida.
La (re)lectura de “Los inocentes” es un viaje hermoso y complicado, pero necesario para romper la burbuja de la indiferencia y el prejuicio, y así hallar una esperanza a la altura de nuestra inocencia.
EL AUTOR
Oswaldo Reynoso
(Arequipa, 1931- Lima, 2016)
Escritor peruano. Publicó “En octubre no hay milagros”, “El goce de la piel”, “El escarabajo y el hombre”, “Luzbel”.