En “Todo lo de cristal”, (Ed. Seix Barral), su más reciente novela, el periodista y escritor mexicano Rafael Pérez Gay hurga en sus recuerdos, en esa memoria que a veces juega a conveniencia, pero esta vez tiene que ser honesta para recuperar esa etapa de la vida que es la infancia y que inevitablemente marca y deja huella. A través de sucesivas mudanzas familiares que lo lleva por distintos barrios de la Ciudad de México, el narrador nos ofrece la visión de un hombre adulto que necesita traer de vuelta a su historia. “Es absolutamente cierto, nos mudamos de casa 22 veces. Esta novela surgió y prometí escribirla, cuando mis padres vivían en los 91 años, y una tarde les dije: bueno, por qué ustedes se mudaban tanto. Y la respuesta tuvo distintas razones, a veces no teníamos dinero para pagar la renta, a veces nos queríamos cambiar, siempre había un legítimo y genuino impulso gitano en nuestra familia”, dice Pérez Gay.
Un narrador maduro en busca de su infancia ¿Por qué siempre la añoramos? En parte porque los niños son personajes, como diría Freud, polimorfos, perversos, pero también hemos podido vivir un mundo de imaginación y libertad, en ese sentido se parece mucho a la literatura, la literatura es libertad e imaginación, bajo muchas formas. También hay un viaje interior, y hay un curso melancólico acerca de lo que vamos perdiendo, acerca de cómo va ocurriendo. El tiempo y el viaje a la infancia, por paradójico que suene, es también aceptar que nosotros somos finitos.
Llamas “informe” a tu novela “Todo lo de Cristal” , ¿la razón? Yo llamo a este y a algunos libros recientes que he escrito, informes, porque digo, si es un informe entonces tiene que existir un informante, y ese soy yo como el narrador reconstruyendo. Justo como dice la contraportada, miramos el mundo una sola vez, en la infancia. De eso se trata este informe, esta novela, sobre la ciudad, sobre un adulto que va en busca del niño que fue en esa ciudad de los 60, y restaura, que es una palabra que me gusta, porque no es exactamente reconstruir, sino ir retocando partes.
¿En qué medida cuando enfrentas una novela con memorias familiares, y las propias, hay que dejar el pudor? No intentes autoficción sino estás dispuesto a exhibir de muchos modos tu vida y a ponerla en el papel, en la historia tal y como la recuerdas, para que no se note que estás tratando de hacer un sepulcro blanqueado, sino contar las cosas como fueron con la técnica más depurada que puedas tener. Si dices pudor, hay que decir también que sí hay cierta impudicia en esa narración y vamos a tener que contarlo todo del mejor modo.
¿Todo lo de cristal es definitivamente autoficción? Es parte de un arco narrativo de la memoria que empecé hace unos años con una novela que se llama “Nos acompañan los muertos”, que es la historia de mis padres, que gozaron de una extraordinaria salud hasta los 88, y luego empezaron a desarmarse. Es la historia de dos viejos que avanzan rumbo a la nada, es decir rumbo a la muerte, y de un hijo ya maduro que los ve y claro, no es solo la historia de su vejez, sino que regresan a su juventud, ese es el primer acto de esa memoria.
”El cerebro de mi hermano” también es parte de esa trilogía de la memoria..
Que es la historia de la triste y muy terrible enfermedad que padeció mi hermano mayor, un personaje conocido en México, como diplomático, como escritor, que era mucho mayor que yo. Yo soy el menor de la familia, mi hermano me llevaba 14 años, ese libro no quise escribirlo, pero tenía que hacerlo forzosamente, y sigue ese acto de la memoria hacia otro libro, una novela que interrumpí cuando escribí “El cerebro de mi hermano”.
Eres periodista, ¿cómo se derrumba ese muro que separa el periodismo de la literatura?
Simple y sencillamente escribiendo cuentos como si fueran reportajes y reportajes como si fueran novelas. Eso no es mío, eso es de García Márquez, y él decía, un cuento tiene que estar escrito con todo el rigor de un reportaje, y un reportaje tiene que estar escrito con rigor pero con toda la prosa de un cuento. Yo pude derribar ese muro en el momento, y quizá por eso llamo informes a mis novelas, el término está más cerca del periodismo, porque soy afín. Soy afín a los métodos dispositivos claros, y a los libros que tienen su trama de investigación, nunca pude ser un escritor de gabinete, que se sienta, hace un mapa y empieza a escribir.