Hace casi dos años, después de vivir una década en Burdeos, el escritor peruano Ricardo Sumalavia volvió a Lima y su reinstalación en la ciudad que lo vio nacer le costó.
Su retorno, según el narrador, responde a la necesidad de reencontrarse con su país y de realizar proyectos culturales, además de asumir el cargo de director adjunto del Centro de Estudios Orientales de la PUCP. Su divorcio y el hecho de que sus hijas también optaran por quedarse a vivir en Francia no deja de ser un factor importante en la vida del autor.
Toda esa nostalgia la ha plasmado en su libro de microrrelatos No somos nosotros (Seix Barral, 2017).
¿Cómo fue ese reencuentro con Lima?
Siempre me pregunté qué implicaría retornar. Uno quisiera tener vidas paralelas, que tu vida en Lima siguiera y la que tienes en el extranjero también. Yo tuve una primera experiencia en Corea del Sur. Viví allá dos años y medio. Cuando vuelves, tienes la impresión de haber perdido un tiempo de tu vida. Pero yo tenía esa ansiedad y necesidad de vivir todas esas vidas: la que dejo y la que continúa. Por eso el tema de “volver” siempre ha estado en mí también como un tema literario.
¿Exactamente qué quiere decir No somos nosotros?
Hay varias explicaciones. Primero, por mis experiencias con Oriente, tanto por razones laborales como de lector de literatura y filosofía orientales. Dentro de los lineamientos, los preceptos budistas, en las distintas ramas del budismo se menciona que para aceptarnos, para “ser”, necesitamos primero aceptar nuestro “no ser”, pero no como pasos simultáneos, sino que tú “eres” en tanto que también aceptas que “no eres”. Esto puede sonar contradictorio, paradójico, pero justamente en esta contradicción te despiertas, te iluminas, te comprendes. Todas estas reflexiones, que las pude retomar por mi aproximación al Oriente, me ayudaron para la creación, no solo de este libro, sino de todos mis libros anteriores, desde mi primer libro de cuentos: Habitaciones.
¿No ha sentido que sus relatos le han quedado cortos?
Algunos tienen media página, o una, o una y media... Es una propuesta. Eso tiene que ver con mi estética. Es mi estilo. No es un error. Yo escribo desde el fragmento. El fragmento siempre te va a dejar la sensación de que algo falta. Ese agregado está en el lector, en el pacto que establecemos. El lector lo completa, si desea. Si no lo desea, se queda con la sensación de algo interrumpido. En muchas historias orientales, los koan chinos, que tienen que ver con los monjes budistas, cuando entrenaban o formaban a un discípulo le daban historias inconclusas para que este construya. No todo era racional. Todos mis libros se basan en ese principio de lo fragmentario, justamente para dejar ciertas atmósferas, ciertos cabos que deben ser completados por el lector.
Sus relatos parece que fueran sacados de un diario. ¿Qué ha querido plasmar con ellos?
He tenido influencias de otros escritores, como Julio Ramón Ribeyro, Sergio Pitol, Enrique Vila-Matas o Mario Levrero. Yo trato de aprender de ellos para dar una propuesta personal. Por eso vemos en este libro como entradas de diario, de reflexiones, de memorias, microensayos, microcrónicas de viaje, microcuentos, pero que al estar todo organizado te ofrece el gran tema de la construcción de la identidad de un hombre para volver. Así, este libro puede verse como un artefacto de ficción.
¿Por qué usted adoptó ese estilo?
El estilo se te forma en el oficio. Entonces, como yo entiendo la creación artística, no es el desarrollo del talento, sino el afinamiento del error. Tú vas corrigiéndote y en esa constante corrección se va formando tu carácter y tu mundo narrativo. Es como si afinara un instrumento musical y al mismo tiempo el instrumento te afina a ti. Cuando yo voy trabajando con el lenguaje, el lenguaje trabaja en mí también. Para bien o para mal, esa forma de escritura es la que me identifica.
¿Qué busca usted como narrador?
Mi objetivo es llegar al silencio. No en el sentido de quedarme callado, sino el silencio como algo inaccesible. Pero para poder acceder al silencio yo necesito de las palabras, necesito de su opuesto, del sonido. Las palabras tienen contenido, sentido y sonido. Cuando tú tratas de escuchar el silencio, lo que vas a oír son los mínimos ruidos, los detalles. Eso es lo que me interesa. En esos instantes donde te acercas al silencio, tus sentidos se afinan más y puedes estar más atento a lo que pasa alrededor tuyo.
PERFIL
Ricardo Sumalavia
Escritor
Doctor en Letras por la Universidad de Burdeos. Publicó los libros de cuentos Habitaciones, Relatos familiares, Enciclopedia mínima, Enciclopedia plástica, y las novelas Que la tierra te sea leve y Mientras huya el cuerpo.
CIFRA
6 libros ha publicado el autor, entre conjuntos de cuentos y novelas.