Conversamos con el autor de “Y líbranos del mal”, un libro sobre violencia sexual contra menores en una congregación religiosa limeña. (Foto: cortesía de Xavier Torres-Bacchetta)
Conversamos con el autor de “Y líbranos del mal”, un libro sobre violencia sexual contra menores en una congregación religiosa limeña. (Foto: cortesía de Xavier Torres-Bacchetta)

Santiago Roncagliolo vuelve a la novela para contar una historia de horror: un joven que descubre el pasado de su padre en un grupo religioso donde se denuncian casos de abuso sexual contra menores, sus miembros.

Este es el argumento de “Y líbranos del mal” (Seix Barral, 2021), un libro con ecos en el presente peruano.

¿Se puede decir que la referencia más inmediata de tu novela es el caso Sodalicio?

Tengo muchos vínculos con el Sodalicio: parientes que estuvieron, de un modo u otro, metidos ahí, en distintos niveles, conozco a los que han estado investigando el caso, a curas que han trabajado o se han enfrentado con los sodálites. Entre las historias que me iban contando, había todo un ecosistema sexual que no terminamos de conocer porque solo tienes dos o tres anécdotas, comentarios que alguien hizo y de las que nadie hablará con la prensa.

Ficcionalizar...

Las víctimas denuncian, pero los victimarios, en este caso, prefieren no hablar. Pensé llegar, mediante la ficción, adonde el periodismo no puede. Explicar cómo ocurre. Me interesa cómo la gente hace cosas malas. Cuando metes tu punto de vista, tu imaginación, para contar la historia, no hablas de un caso en particular, ya es una novela sobre cosas universales: el sexo, el abuso, el poder.

En este caso, ¿la literatura también tiene un matiz de denuncia?

No. La idea es entender cómo llegaron a eso, qué salió mal en nuestra sociedad para que algo así ocurra. Nunca podría sentirme más denunciador que los periodistas, como Pedro Salinas y Paola Ugaz, que han sufrido bastante. Si tengo alguna utilidad de denuncia, la usaré ahora para denunciar que Paola y periodistas de otros países son acosados judicialmente por la iglesia conservadora para silenciarlos, callarlos y tratar de que su vida sea un infierno. No es solo una amenaza para ellos, sino para la libertad de expresión y todos los que contamos historias.

¿Cuánto trabajo te tomó encontrar el tono para esta historia?

Una de las historias que más me impactó fue que uno de los depredadores sexuales más peligrosos escapó del Perú, fue a Estados Unidos y tuvo un hijo. Me pregunté qué pasa si ese hijo descubre ese pasado. Supongo que se lo mantiene oculto. Ese fue el punto de partida. A partir de ahí, en cuanto al tono, era más emotivo que el protagonista hablase en primera persona, sin saber toda la información, para que descubra poco a poco el horror.

Hay un “no decir” transversal en toda la novela...

Todas las ciudades tienen sus tabúes, que no se dicen ni tocan, porque da miedo que se rompan. Diría que las clases altas tienen más tabúes porque son más conservadoras. En nuestro caso, no es casualidad que muchas de las víctimas, si no todas, vengan de colegios religiosos caros, sean rubios y de buenos apellidos. Los personajes de este libro ya vivían en una secta y por eso fue más fácil meterlos en otra. Y en un mundo muy machista, que no solo daña a las mujeres, sino también a los hombres.

El machismo con el padre que no habla mucho o el hijo que no expresa sus sentimientos...

Como ocurrió en la vida real, los papás muchas veces no están o son lejanos, alcohólicos. Las presas favoritas de una congregación como esta son chicos que necesitan un padre. La unidad les ofrece esto, una misión y los seduce diciendo: tú no eres diferente, eres mejor, formas parte de una élite, este es tu ejército y vas a cambiar el mundo. Una vez que entras, tratan de romper tus vínculos con el mundo exterior. Cuando aceptas eso, ya estás a su merced, en la boca del lobo.

En esta exploración del mal, ¿qué matices nuevos has encontrado?

En este caso me fascinaba el concepto de la piel del cordero, el hecho de que el mal viene de gente en la que tú confías. Alguna vez mencioné en una columna periodística que en mi colegio había un cura que a veces tocaba a los alumnos, nada en el nivel de estas congregaciones. Pero solo eso generó tal furia en mis compañeros, que me di cuenta lo valiente que hay que ser para denunciar y que es posible que los primeros que te ataquen no sean los que están abusando de ti sino tus propios compañeros.

Pero hay que decirlo, para no tener futuras víctimas...

Ese tema me interesa también porque tengo hijos y quiero mantenerlos a salvo.

Finalmente, ¿cómo ves el panorama electoral a poco de elegir un presidente o presidenta?

Para los que no podemos votar por Castillo, porque no lo conocemos, ni por Keiko, porque sí la conocemos, ninguno está haciendo nada para convencernos. No les interesamos. No estamos dentro de sus estrategias. Me parece importante que se comprometan a que después de las elecciones haya otras, que haya periódicos libres, que no se expulsen a periodistas por decir cosas que no les gustan a sus jefes, que el Poder Judicial pueda investigar la corrupción, que tendremos un sistema de equilibrio de poderes, lo que está más amenazado. Es decir, con lo que viene siendo la democracia.

Santiago Roncagliolo

Autor peruano. Nació en Lima, en 1975. Es dramaturgo, guionista y periodista. Ha publicado “Crecer es un oficio triste”, “La cuarta espada”, “Pudor”, “Abril rojo”, con el que ganó el Premio Alfaguara en 2006, entre otros libros.

TAGS RELACIONADOS