Umberto Jara: "Temo ocurra un estallido social en algún momento"
Umberto Jara: "Temo ocurra un estallido social en algún momento"

A propósito de las últimas elecciones, el escritor y periodista Umberto Jara publica El Outsider (Planeta, 2018), libro en el que retrata el origen de los aventureros en la política nacional, inaugurado por Ricardo Belmont.

¿Cuáles considera que son los méritos de Ricardo Belmont, el fundador del fenómeno “outsider” y del “mal menor”?

Tuvo uno entre comillas. Se dio cuenta de que la viveza criolla podía ser rentable. Cuando la clase política tradicional hundió al país en la hiperinflación y no supo combatir al terrorismo a finales de los 80, Belmont apareció como “el independiente”, el ajeno a la política, y supo vender esa idea que no tiene ningún contenido ni capacidad. Era solo un animador de radio y televisión que no sabía nada de gestión pública. Su “mérito” fue la viveza criolla.

Básicamente, los requisitos para ser alcalde o presidente son ser peruano y tener 25 o 35 años. ¿Por qué debemos exigir entonces que los candidatos a estos cargos sean profesionales, honestos, tengan experiencia política, etc., si la misma Constitución no lo exige? 

Su pregunta retrata muy bien los dos extremos. La Constitución no exige mayores requisitos, porque parte de la idea del buen ciudadano que sabrá asumir un cargo. Mientras que los constantes fracasos dan lugar a que se exija profesión o experiencia, que tampoco da resultados. El tema de fondo es que con credenciales o sin ellas, a la política arriban, en su gran mayoría, individuos que solo buscan obtener las ventajas del poder y las ganancias monetarias. El problema es el deterioro moral que ha inundado la política. La política peruana de hoy habita en el Código Penal.

¿Seguiremos votando por el “mal menor”? 

Por desgracia esa tendencia se va a mantener. El votante peruano tiene una óptica binaria, es decir, a favor o en contra, enemigo o amigo, blanco o negro. Y eso lleva a la polarización. Y cuando asoma como posible ganador un “enemigo”, entonces se vota por cualquiera -el mal menor- para que no salga el “enemigo”. No es solo un problema que atañe al elector. Existe un problema más grave: la oferta electoral. Los postulantes a los cargos son, en su inmensa mayoría, personajes sin capacidad profesional ni valores morales, son aventureros en busca del negocio de la política. Al final, el llamado mal menor tiene la misma capacidad de hacer daño y de corromperse que el “enemigo”. La muestra nítida está en Ollanta Humala y PPK que, al final, matices más o menos, tenían catadura similar a la de Toledo.

¿Por qué le echamos la culpa a los partidos políticos tradicionales, que han fracasado en su intento por gobernar, y no a los electores que han elegido a individuos improvisados, demagogos, aventureros? Primero, una atingencia: en el Perú no hay partidos políticos. En los 90, Fujimori y Montesinos arrasaron con ellos y los partidos no supieron dar respuesta. Por esa razón llevamos 28 años de política eligiendo a outsiders, es decir, a aventureros. Ahora bien, cuestionar a los electores es complicado porque la respuesta será: si se presentan aventureros y no gente capaz, ¿por quién voto? PPK fingió ser capaz y decente y no lo era. Eso desconcierta al elector. Y cuando se pierde credibilidad, el acto de votación empieza a ser un trámite, una molestia, una expresión emocional de cólera o desencanto, pero no una elección racional.

¿Cuáles cree usted que son los criterios que deberíamos tener en cuenta para elegir a una autoridad? 

No tengo una respuesta. El país está agobiado por la corrupción y por los outsiders, que se han adueñado de la política para hacer fortuna y para servir al lavado de dinero, al narcotráfico, al tráfico de influencias. El Congreso blinda a delincuentes; el Ejecutivo tiene ministros sirviendo a intereses; en el Poder Judicial y el Ministerio Público había una organización criminal impartiendo “justicia”, una parte ha sido descubierta y otra se mantiene. ¿Cómo salir de esto? Me temo que en algún momento ocurra un estallido social.

¿Por qué muchos políticos e improvisados siguen viendo el acceso a un cargo público como un gran negocio?

Porque desde que Belmont en 1989 y Fujimori en 1990 demostraron que se podía llegar a los cargos públicos sin partido, sin ninguna formación y sin valores morales, muchos pícaros se dieron cuenta de que cualquiera podía convertirse en autoridad. Además, percibieron que, una vez en el cargo, podían enriquecerse, es decir, vieron que la política era un buen “negocio”. Son aventureros que están dispuestos a la corrupción porque buscan fortuna. Además, hay que notar que la corrupción no se sanciona severamente en el Perú. Fujimori fue a prisión por derechos humanos y no por corrupción; Belmont estafó y no le pasó nada; Toledo robó y vive a todo lujo en los Estados Unidos; Ollanta Humala estuvo unos meses preso y ya está libre; PPK sigue disfrutando de los beneficios de la Transoceánica. La tragedia del Perú es que los políticos tradicionales, Belaunde, García, nos hundieron en el terrorismo y la hiperinflación; y los outsiders, en la corrupción.

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