La poesía de Luis Hernández Camarero es una voz que siempre regresa, con la pulsión de su juventud, para aliviarnos del dolor que a veces significa ser humanos.

Ahora, después de 40 años de su primera aparición, el libro Vox horrísona, que recoge la obra poética de Hernández, ha vuelto con una rigurosa edición de Pesopluma que incluye poemas y traducciones inéditos, notas a pie de página y el respeto del orden lúdico que el poeta tuvo en sus famosos cuadernos.

Nicolás Yerovi, compilador de los poemas del fallecido vate, escribió el prólogo del mencionado libro, luego de 43 años de su primer acercamiento a los versos que hablan del mar, la música, el amor, la literatura y otras formas de paliar el dolor.

“Para el poeta, el propósito de la poesía y de la medicina es el mismo: evitar el dolor”, escribió Yerovi en el mencionado texto.

La nueva publicación, que se parece más a un verano que a un libro, con su portada de un hombre montando una patineta -dibujado por el autor-, ha sido el libro de poesía más vendido de la última Feria Internacional del Libro de Lima.

rescate. El escritor Nicolás Yerovi, con la complicidad como sonrisa, busca su tesis de doctorado sobre la obra de Luis Hernández que guarda en su casa.

Después de algunos segundos, aparece con el voluminoso documento que, después de más de cuatro décadas, se ha convertido en el primer esfuerzo por rescatar la poesía de Luis Hernández del olvido.

El poeta, como se recuerda, regaló los cuadernos con sus poemas a personas cercanas o desconocidas, como quien “obsequia un caramelo de perita o un chicle”.

Interesado por el humor y la manera divertida de ver el mundo de ese entonces, en los años 70, Yerovi cuenta que buscó a Hernández para reunir y mecanografiar los poemas escritos en los ya legendarios cuadernos.

“Me dije aquí tengo la tesis que siempre he soñado: una que no termine sus días empolvándose en un librero de la biblioteca universitaria y destinada únicamente a ser revisada por estudiosos de filología, sino que se convierta en un aporte para todo amante de la poesía en lengua española”, comentó Yerovi a Correo.

La iniciativa de Nicolás Yerovi contó con la supervisión de Luis Hernández, quien aceptó la propuesta “como si siempre hubiera estado esperando que ocurriera”, antes de que el poeta falleciera de manera repentina en Buenos Aires, Argentina, en 1977.

“Era tan lúdico el trabajo de Hernández que algunas claves eran imposibles de detectar sin su colaboración. Cómo podría yo imaginar que los versos en inglés que estaba leyendo habían sido originalmente escritos ni siquiera por Hernández, sino por Juan Ramón Jiménez en Puerto Rico, a inicios del siglo XX. Imposible. Hubiera tenido que ser alguien con dones de adivino”, manifestó el escritor y director de Monos y monadas.

Al recordar esos años, Nicolás Yerovi, quien está a punto de cumplir 67 años, admite que se conmueve “porque vuelvo a ser ese chico de veintidós y veintitrés años que se emocionó, que tuvo la intuición de algo que iba a sobrevivir a su propia vida y a la del autor”.

La relectura y el descubrimiento de la obra de Luis Hernández es un viaje que inicia y se retoma como la frescura de las olas o el amor en un día de verano: “Y si la tristeza me alcanza/ Me cubriré con el agua de la mar. Y no he más/ De morir/ Y no he más”.